16.6.21

¿Y si...?

No hace demasiado, Gigamesh liquidó una serie de títulos de ciencia-ficción y fantasía. El sueldo es el que es, así que no pude darme todos caprichos, pero sí me permití Futuros perdidos, de Lisa Tuttle, autora de la que no recuerdo haber leído nada previamente.

El concepto de multiverso me remite directamente a Michael Moorcock y a su Campeón Eterno, que poco tiene que ver con esta obra. Aquí, la idea con la que se juega es que cada posibilidad existe de manera simultánea en universos paralelos: en mi realidad, hoy me he levantado, he desayunado y he encendido el ordenador para trabajar a pesar del dolor de cabeza que lleva amargándome una semana entera, pero en otra diferente me he tomado un paracetamol, me he vuelto a acostar y que le dieran por culo al trabajo, lo cual tendría unas consecuencias muy distintas. Tal vez en un tercer universo esta migraña es en realidad un ictus y no llego a levantarme. Mientras he estado trabajando, otra yo cuenta con una sanción grave por faltar al trabajo sin causa justificada y una tercera está muerta y no tiene que preocuparse más por esas cuestiones. En la saga de Alvin Maker aparece una teoría parecida. Existen unas mujeres, las teas, que ven el futuro desplegado como un árbol o como un camino lleno de encrucijadas. Con cada decisión tomada, se concreta el itinerario, desaparecen algunas ramificaciones y surgen otras nuevas. Ellas pueden verlas todas y ayudar a elegir la más adecuada o la menos dañina. Juraría que en uno de los libros de las brujas de Terry Pratchett (¿Lores y Damas? Han pasado muchos años desde aquella lectura), también hay un momento en que aparecen múltiples versiones de Yaya Ceravieja en función de los distintos destinos posibles. No es, por tanto, una hipótesis que me resulte desconocida.

Parece ser que no es sólo ciencia-ficción, sino que las matemáticas y la física también tienen su andamiaje para fundamentar la existencia de estos universos paralelos, pero en ese tema no me atrevo a entrar.

Lucy Clare Beckett se siente culpable por la muerte de su hermano. Dejó de lado su pasión por la ciencia para tontear con chicos, nunca salió de su pueblo y terminó siendo contable. Arruinó a conciencia su relación para evitar casarse con un hombre al que no ha dejado del todo. Tiene una mejor amiga, su propia casa, un coche, un trabajo estable, pero está atrapada en la rutina y no se decide a romper con todo y cambiar. ¿Qué hubiera pasado si la noche de la muerte de su hermano hubiera actuado de otra manera? ¿Sería una afamada matemática si hubiera terminado los estudios universitarios? ¿Y si se hubiera casado con Barry? ¿Y si...? ¿Y si...? De repente, es capaz de recordar como algo vivido verdaderamente todas esas posibilidades: una cena con su hermano, vivo; una vida de estudio en un piso con una gata; un marido que no es aquel al que dejó plantado, sino un músico que conoció en Londres (donde no ha estado). De algún modo, la pared que la separa de todas esas existencias posibles pero descartadas en función de las decisiones tomadas se ha vuelto permeable. Todo tiene que complicarse aún más y no seré yo quien desvele nada determinante en el desarrollo de la trama, principalmente porque todavía estoy dando vueltas a lo leído e intentando sacar conclusiones.

Es una obra desasosegante. No sólo por la reacción más obvia, que es plantearse la posibilidad de que cada cual esté viviendo la vida que realmente desea en este mismo momento y no lo esté haciendo por haberse equivocado en las elecciones cruciales. Clare asiste a terapia y allí se le recalca que nuestras decisiones no dependen enteramente de nosotros, aunque tampoco podamos culpar por entero de nuestras frustraciones a las circunstancias o a los demás. La ecuación es más compleja. El desasosiego viene de la confusión de recuerdos, de personalidades, de circunstancias. A veces son recuerdos, flashbacks, pero en ocasiones Clare sí cruza puertas y se ve atrapada en la vida de sus otros yoes, no necesariamente los más afortunados, así que es complicado ubicarse y saber qué está pasando ni por qué. Ni siquiera el final consiguió explicarme algunas transiciones entre un escenario y otro. Imagino que el libro requiere una lectura más atenta que la que he podido hacer (enhorabuena a mi otro yo que se libró de la migraña en la recombinación genética y vive sin esta tortura, o a la que sí aprobó las oposiciones a la primera, o...). Tal vez ese efecto de desconcierto no sea cuestión de prestar más atención, sino que es plenamente buscado por la autora.

En el prólogo se habla de que Clare es una protagonista absolutamente humana, una persona normal con reacciones que reconocemos como propias ante las situaciones extraordinarias. Es cierto. Todo los planteamientos de este tipo que recuerdo siempre se han desarrollado en escenarios que se identifican mucho más claramente con la ciencia ficción y la fantasía. Quizá pudiera tener alguna similitud con "Donde quiera que se oculten", un cuento de Tim Powers que leí no hace mucho, pero aunque se ambiente en el mundo real no hay realidades paralelas, sino que la única que hay se ve modificada por las acciones de viajeros en el tiempo. Toda la semejanza, por tanto, implica que cualquiera que se encuentre ante una situación así piensa en primer lugar que se está volviendo loco.

Todavía tengo que reflexionar bastante antes de decidir si el libro me ha gustado o no. Es diferente a otras obras sobre el tema, eso es innegable, pero no sé si me puedo sumar a los adoradores de la autora o si deshacerme del ejemplar en la próxima liberación de BookCrossing o en Wallapop.