9.6.21

Quizá debiera creer en la reencarnación

No recuerdo en qué Feria del Libro compré ¿Arte? ¿Por qué? de Barret y me regalaron una chapa con el logo de la editorial: una bicicleta. Llevo (llevaba, ahora teletrabajo) diez años yendo a trabajar en bicicleta, así que el detalle me encantó, pero confieso que no volví a comprar nada de dicha editorial hasta que en la Feria del Libro de Tomares de este año me encontré ante su puesto con la tarjeta de débito en la mano y la mente abierta. El contador de visitas me confirma que nadie lee estas entradas, pero ya he comentado en alguna que suelo tener las ideas bastante claras en lo que a la lectura se refiere, incluso los caprichos están determinados por mis inclinaciones previas, pero en las Ferias del Libro me permito improvisar. Como resultado de esa improvisación me llevé de aquel stand La tiranía de las moscas (impactante, maravilloso), el tan cacareado Panza de burro (que me da algo de miedo y por eso sigue en la lista de lecturas pendientes, porque me siento muy boba cuando no encuentro la grandeza que todos loan), Jardieladas y el libro que me ocupa hoy, Roque Six, de José López Rubio.

Como clienta, puedo representar cualquiera de los dos extremos: en ocasiones adopto esa expresión de "Ni me hables, que no quiero que me vendas nada" u otras veces (lo que es mucho peor) decido dar conversación. En un caso u otro se puede ver que mi madre se esmeró conmigo, soy extremadamente cortés, pero como trabajadora en atención al cliente sé bien cuánto cansa ser amable con una persona que te está contando cosas que no te interesan en absoluto y te están consumiendo un tiempo que podrías emplear en trabajo administrativo (o en el caso de los dependientes, en recepcionar pedidos, ordenar estantes, cuadrar la caja o sencillamente descansar un poco del contacto humano, que es siempre tan agotador). Aquella tarde conseguí que la historia de mi vida estuviera relacionada con los libros. Cuando el chico intentó destacar algunos títulos, le comenté que entre el trabajo y las oposiciones no me quedan neuronas para la alta literatura, que necesitaba algo ligero. Ni siquiera tenía que ser bueno, sólo quería material para desconectar el cerebro antes de dormir. Puesto que ya llevaba un libro de Jardiel Poncela, me recomendó Roque Six, ya que ambos autores se conocían. Tanto el muchacho que me atendió, como la sinopsis de la novela, como todos los artículos que salen en primer lugar en una búsqueda de Google la alaban como una obra de humor, representante de la vanguardia del siglo XX, así que ¿por qué no?

Roque Fernández, un anodino funcionario, muere de neumonía y deja mujer e hijos. Hasta aquí todo normal. Lo que Roque no sabe es que Dios invierte muchísimo esfuerzo en crear algún genio en cada generación, pero todavía le cuesta mucho más dar al mundo un tonto absoluto. Roque es ese tonto y ha muerto sin cumplir su misión, así que debe reencarnarse una y otra vez (las seis vidas que menciona el título) hasta realizar la tarea que tenga encomendada. Es así como Roque despierta en el cuerpo de un funcionario francés, también con mujer e hijos, sin saber qué hace allí y muy preocupado por el destino de aquel cuya identidad está usurpando. Se embarca por tanto en la búsqueda de esa persona que ahora es él, con los consecuentes equívocos, pero sufre un accidente absurdo y fallece.

Tras un par de páginas de transición, despierta en el cuerpo de un presbítero, también casado y con hijos, pero adúltero. En esta ocasión ya empieza a comprender el mecanismo de la reencarnación y encontrará a otro no-muerto que le aclarará aún más las cosas, pero volverá a morir. Empieza a buscar la muerte, de hecho. Será así un terrorista regicida, un bebé y... No tengo muy clara en qué consiste la última reencarnación. ¿La mitad de una pareja de gemelos?

Mencioné que todos alaban Roque Six como una muestra del humor de la vanguardia del siglo XX y es innegable que tiene muchos puntos muy divertidos, como su disertación sobre la pedagogía, cómo el francés terminó barriendo la calle y siendo reconocido como ciudadano ejemplar, la teoría de por qué gira el planeta o la historia del adulterio del presbítero ante los ojos del marido ludópata que sólo tiene ojos para las cartas. Todas las situaciones son absurdas y por tanto no deberían ser tomadas en serio, pero yo no he conseguido sacudirme una cierta melancolía. Parece ser que el autor trató a Ramón Gómez de la Serna y esta novela es un tremendo homenaje a las greguerías. Estoy convencida de que ése es el aspecto que me ha transmitido esa tristeza, porque los símiles, las metáforas y el tono de las descripciones era demasiado hermoso, demasiado evocador, profundo en ocasiones. El libro está demasiado bellamente escrito como para resultarme divertido. 

Insisto siempre en que una lectura no es sólo la obra elegida, sino el momento, las circunstancias, el estado de ánimo, el bagaje del lector. No hace mucho leí La luna se ha puesto, de John Steinbeck, sobre el que no me atrevo a escribir porque no sabría expresar lo que me inspiró: en esa obra hay una ocupación, un primer acto de rebeldía y por tanto una primera pena de muerte. El alto mando intenta utilizar al alcalde del pueblo para legitimar esa ejecución, pero en una escena desgarradora él se acerca al reo y le dice que puede sentirse orgulloso, porque con su muerte está dando inicio a algo. No consigo transmitir la carga emocional de ese diálogo: al morir, el minero condenado va a prender la mecha de la rebelión, se va a convertir en la causa de sus conciudadanos. Todavía estaba bajo el influjo de esta lectura cuando me topé con la tercera vida de Roque. Cuando ocupa el cuerpo correspondiente, ya se encuentra en la cárcel, a la espera de un consejo de guerra. Poco a poco se nos van desgranando las reuniones clandestinas y las personalidades de sus compañeros de celda, desde aquel a quien no da un ardite por su propia vida hasta el joven estudiante que no era consciente de dónde se metía y llora inconsolable. ¿Qué pensará su madre, que le recomendaba que no frecuentase esos círculos? De los debates políticos no se derivan cambios tangibles, así que Roque y los suyos toman la iniciativa y cometen un regicidio. Una vez presos, saben perfectamente cuál habrá de ser su destino. El estudiante llora, otros aceptan su destino y yo no hacía sino recordar al primer fusilado de La luna se ha puesto. ¿Podría Roque, el tonto perfecto, ser el detonante de un verdadero cambio en el país? ¿O algún general se haría cargo del gobierno y todo seguiría igual?

En ese punto, la divergencia con mi línea de pensamiento: descubren una vía de escape. Sólo Roque, que sabe que volverá a encarnarse, decide quedarse a morir y probar suerte en un nuevo cuerpo, en una situación distinta. No conseguí encontrar el humor en ese capítulo, que determinó mi estado de ánimo para el resto de la lectura. Uno sombrío, desde luego.

Puede que disienta al enfocar Roque Six como una obra de humor (aunque es fácil encontrarlo en sus páginas), pero es una verdadera maravilla. Sólo por la prosa ya merece la pena cada minuto invertido en este libro.