La semana pasada no publiqué nada porque, sencillamente, no tenía ganas de escribir. Quería imponerme una rutina pero, a quién quiero engañar, cuando no me apetece redacto de forma aún más incoherente y, de todos modos, nadie está esperando para leerme. Para compensar, hoy voy a intentar comentar dos lecturas: Oryx y Crake (el enlace no se corresponde a la edición que yo tengo, que es de Byblos, de 2005 y está descatalogada) y El año del diluvio (que comparte título con un libro de Eduardo Mendoza, autor que me encanta), ambos de Margaret Atwood y pertenecientes a la trilogía MaddAddam.
Voy a confesar que ya leí Oryx y Crake, hace muchos años, y no debió impresionarme demasiado porque no recordaba nada en absoluto. Decidí releerlo antes de abordar la segunda parte de la trilogía para ponerme en situación y ahora me alegro de ello. No puedo decir que sean dos novelas paralelas, porque se intersecan varias veces para converger en su final: los protagonistas de una son personajes secundarios en la otra. Para ser sincera, Oryx y Crake es fabulosa en su planteamiento, pero me pareció demasiado lenta, en tanto que El año del diluvio da vida a su predecesora, porque es mucho más fácil acomodarse en ese mundo futuro cuando ya te resulta familiar.
En primer lugar conocemos a Hombre de las Nieves, que sobrevive a duras penas en un mundo donde parece ser el único ser humano. Los "crakers", aunque de apariencia humana, son seres creados genéticamente para eliminar todo aquello que ha creado conflicto. Por ejemplo, no conocen el amor. Cuando una hembra está en celo, se aparea con aquellos que lo requieran. No hay luchas, no hay celos, no hay crímenes pasionales. No parecen tener capacidad para pensar en abstracto, no tienen vello corporal, pueden curar lesiones y enfermedades menores a base de ronroneos y exudan un olor a cítricos que los protege de las picaduras de los insectos. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Muy lentamente, paso a paso, Jimmy, a quien ahora conocen como Hombre de las Nieves, nos lo va a contar. Ese relato es doloroso por lo creíble.
La sociedad previa a la caída (al "Diluvio Seco") es un híbrido entre la actual y el cyberpunk. El mundo está en manos de las corporaciones, que aglutina a los grandes cerebros y a los trabajadores cualificados para generar necesidades que puedan satisfacer. El resto del mundo vive fuera de los complejos, en las plebillas, donde se puede acudir en busca de placeres prohibidos. Las especies se han extinguido, la materia prima escasea cuando no se ha agotado, la ingeniería genética y la medicina buscan ofrecer a sus clientes algo cada vez más parecido a la inmortalidad y si no estás dotado para las matemáticas sabes que estás abocado al fracaso. Jimmy vive en un complejo de una gran corporación, en el que se crían cerdos que pueden producir órganos específicos para los clientes que se lo puedan pagar (los cerdones) y mascotas como los mofaches. Su madre, también científica, no trabaja, pero no se puede decir que esté volcada en el cuidado de su hijo. Desde el primer momento Jimmy va arrastrando unas carencias emocionales tremendas. Un niño que no se siente especialmente querido va creciendo sin ser capaz de establecer lazos duraderos con nadie, en una lucha constante por caer bien, por ser aceptado. El único que parece estar ahí para tenderle una mano y para rescatarlo es su amigo Glenn, cuyo nick en un juego es Crake, pero es un chaval raro, introvertido, demasiado inteligente, que rápidamente es captado por una corporación.
El escenario es terrible. Hay sectas ecologistas, los trabajadores protestan cuando las corporaciones buscan y hallan la forma de sustituirlos, la degradación del medio ambiente es ya irreversible, las fuerzas del orden también están en manos privadas y por tanto es peligroso ir contra los intereses de la industria. Surge el terrorismo ecológico, se introducen organismos nuevos con fines diversos. A lo largo de la novela, en tanto Jimmy va dando bandazos sin encontrar su lugar, la situación va empeorando. Hasta que llega la epidemia y por tanto el fin de la humanidad. Es muy tentador dar detalles, pero no quiero estropearle la diversión a nadie.
En Oryx y Crake hay una historia de amor extraña y enferma. Un triángulo amoroso en el que uno de sus vértices se da a todo el mundo porque no concibe que nadie haya de sufrir, otro retorcido que parece ser inmune a los sentimientos y otro que se debate entre la traición al amigo y su propia pasión. La forma de resolver la situación es muy impactante, porque es prácticamente el detonante del fin del mundo.
He comentado que se me hizo una lectura bastante pesada. El vacío existencial de Jimmy no me interesaba lo más mínimo, sentía la necesidad de saber qué había pasado y por qué. Me desesperaba con las historias sobre el pollo sintético, las guerras del café (en la edición de Salamandra es Cafeliz, en la de Byblos que yo he leído la cadena cafetera es Happycuppa) y otras situaciones que me parecían digresiones, pero que al final son los escalones que conforman el descenso a los infiernos. Cuando leí El año del diluvio ya tenía las referencias necesarias para comprender la historia y el mundo en que me movía.
Jimmy, ahora Hombre de las Nieves, parece el único superviviente junto con esos humanos modificados, los crakers, de un virus sin posibilidad de cura ni contención. Sin embargo, al comenzar El año del diluvio comprendemos que no. Hay personas que por diversas circunstancias estaban aisladas en el momento de mayor impacto de la epidemia y han conseguido seguir adelante. La historia se centra en dos de ellas, Toby y Ren, que se van alternando en contar el devenir de sus vidas y cómo continúan tras el desastre. Entre los relatos de una y otra se introducen textos de los Jardineros de Dios, una secta ecologista de la que habrá de escindirse MaddAddam (en la traducción de Byblos que yo tenía era el Loco Adán), arengas sobre los derechos de los animales, sobre el amor por las plantas, la necesidad del autoabastecimiento para sobrevivir al Diluvio Seco que habrá de mostrar a los humanos que no están por encima de todo lo que los rodea. Después de cada sermón, un canto.
El año del diluvio me resultó mucho más fácil de leer. Ren es oriunda de un complejo y de hecho vuelve a él, pero tanto ella como Toby deben buscarse la vida en las plebillas, al margen de las corporaciones, temerosas de la seguridad privada y los aspectos más salvajes de la sociedad. Ya estamos en un mundo conocido (soy esa clase de persona que necesita cierto control, así que estar en antecedentes me ayudó mucho a relajarme y disfrutar de la lectura), hasta tal punto que conoceremos otra versión de episodios que Jimmy ya había contado, de modo que Atwood puede recrearse en otros aspectos de su creación. Las instalaciones penitenciarias, el funcionamiento de la secta ecologista, cómo se escindió su ala más violenta, el destino de personas cuyo nombre y existencia conocimos gracias a Jimmy. Como ya apunté, los que fueran secundarios en la primera novela son ahora los protagonistas. No me voy a extender demasiado, porque el escenario es común, pero la narración me ha parecido mucho más dinámica: la autora ya no necesita explicarnos las circunstancias y puede centrarse en los personajes.
Soy consciente de que no transmito demasiado entusiasmo, pero me aterró esa evolución del capitalismo salvaje mucho más que la posibilidad de un virus de diseño que nos mate a todos, de modo tengo muchísimas ganas de leer la tercera entrega. Las dos primeras novelas convergen en sus finales, así que es de esperar que ahora todos los personajes evolucionen juntos y tengo ganas de saber qué posibilidades se abren ante ellos. Ha sido una experiencia intensa.