4.8.21

Comprar un libro por el título

Me propuse escribir una entrada en este blog para cada libro que leyera, pero la muerte de mi perro me ha apartado del teclado y de los libros. Quien ha tenido perro y lo ha querido entenderá a qué me refiero; no merece la pena intentar explicárselo a quien no. Sea como sea, han sido unos días bastante agotadores y he necesitado asimilar bastantes cosas (yo firmé la autorización para la eutanasia: es mi primera sentencia de muerte), así que me apetecía más redactar una elegía por el animal sacrificado que mis experiencias con los libros. Me he contenido, tenéis suerte.

Encargué Tango satánico en la librería Botica de Lectores sólo porque vi una publicación en el perfil de Acantilado con la foto de la portada y no podía resistirme a un título así. Es muy infantil por mi parte, pero sonaba como Posesión infernal. Tenía que ver qué clase de libro llevaba semejante título. Obviamente no era nada de lo que yo esperaba y durante la lectura no dejaba de pensar que debo evitar dejarme llevar por estos impulsos pero, para mi sorpresa, cuando lo terminé y pude reflexionar sobre lo leído resulta que es impresionante.

Estamos en Hungría, en una cooperativa agrícola abandonada en la que aún subsisten el director de la escuela (desposeído de su título), el médico, un par de prostitutas que ejercen en el molino y distintos trabajadores que ahogan su hastío en una fonda perennemente cubierta de telarañas a pesar de los esfuerzos del dueño. Esta imagen de las telarañas es bastante ilustrativa, porque todos estos personajes están embrutecidos por la rutina y la desesperanza. Desean huir, pero les falta iniciativa. Salir de allí y morir de hambre en otra parte no es una perspectiva halagüeña y necesitan un impulso que rompa esa inercia. Necesitan a Irimiás, quien supuestamente murió años atrás. No obstante, alguien les ha dicho que ha vuelto y se reúnen en la fonda para esperarlo. Anhelan su guía para romper con todo lo que conocen y cambiar.

El ambiente es opresivo. Lluvia, barro, las telarañas de la fonda, toda la ambientación es deprimente. Sin más distracción que un proyector en el que ver la misma película cada sábado, los trabajadores son zafios y bastos. No reprimen sus deseos ni su violencia, aún más intensos ahora que una oportunidad de cambio está al alcance de la mano. Es tremendo cómo, una vez atisban una salida, se lanzan de cabeza hacia ella e incluso queman puentes tras de sí, para que no haya vuelta atrás. Sólo el médico, metódico cronista de la vida en la cooperativa, queda en su puesto.

La obra está escrita en dos partes: la primera numera los capítulos del uno al seis y la segunda lo hace en forma decreciente, del seis al uno. Esto puede parecer una extravagancia, pero en atención al final es harto significativo (y lo escribo sin ánimo de spoilear). Otra característica es que no hay ni un solo punto y aparte en cada capítulo. El autor te va llevando de la mano por la acción sin necesidad de pausas abruptas, de forma natural, aunque avance a través de hechos terribles o perturbadores (el asesinato de un gato, la muerte de una niña). Es una forma de escribir que puede resultar un tanto angustiosa, pero dada la naturaleza del relato es la apropiada: como no he dejado de decir desde que empecé, la comunidad se siente encerrada, condenada a repetir sus días, sin alicientes, de modo que la claustrofobia y que no se conceda ni un solo descanso al lector, como no se concede a los personajes, son perfectos para reflejar el ambiente en que se suceden los hechos.

Hay una rutina y hay una liberación (o no), pero Tango satánico contiene mucho más que personajes estrafalarios, humanos que lentamente han ido perdiendo su condición de tales. Hay ciertas reflexiones sobre la religión como una solución para la necesidad de trascendencia, aunque la existencia de esa necesidad no implica que realmente haya un propósito, una misión, un objetivo, un alma que justifique el ansia de inmortalidad. Irimiás no aprecia a estos congéneres a los que arrastra tras de sí, pero no les dedica ese discurso nihilista precisamente porque ellos lo han elegido como esa motivación que les falta. 

No estoy muy inspirada y por tanto no sé expresar la profunda desazón que me ha comunicado esta lectura. La suciedad, la zafiedad, el nihilismo, la desesperanza, los instintos, todo es triste y no hay salida. Es fácil dejarse atrapar por esa ambientación y conseguirla es un gran mérito del autor, que consigue con el final de la novela acrecentar aún más la sensación de que no hay escapatoria posible.