30.5.21

Los amantes, de Philip José Farmer

Ya he contado por ahí que este año intenté llevar un diario de lectura, sin mucho éxito. Se podría considerar que este blog lleva camino de convertirse en uno, porque lo que aquí escribo no son reseñas, ni críticas, sino mi reacción a lo leído, la crónica de mi experiencia con el libro. Es muy fácil con algunos, pero hay otros que pasan por mis manos sin pena ni gloria, sin que haya nada que pueda decir de ellos. No es el caso de éste, por fortuna, pero tampoco tengo muy claro si he sacado algo de esta lectura.

Cuando terminé de leer Mundo Infierno recordé que había comprado Los amantes por dos euros en Wallapop y lo había abandonado en alguno de los montones que se multiplican por cualquier lugar de la casa. Costó un poco de trabajo arqueológico recuperarlo, todo sea dicho, pero mereció la pena.

Hal Yarrow es un atón. El concepto de atón es interesante, porque se crea en una situación que creo se da hoy día, tal y como se enfocan los estudios. Cuando los científicos están tan sumamente especializados en un campo y necesitan algún dato de una rama que no dominan, precisan de un experto que sepa bucear en el océano de publicaciones y pueda enlazar los distintos saberes de manera útil para el sabio. Al ser sus investigaciones mucho más genéricas, es considerado un trabajador poco cualificado, aunque útil.

La siguiente idea maravillosa es el Iglestado. Es una palabra fabulosa, una definición en sí misma. Estamos ante una Tierra que ha sufrido las llamadas Guerras Apocalípticias, pero a pesar del extermino de la inmensa mayoría de la población, el hombre ha vuelto a reproducirse hasta tal punto que los apartamentos son compartidos por una pareja que trabaja en tanto otra hace uso del espacio y vuelve para dormir y descansar cuando la segunda se marcha a sus quehaceres. La unión iglesia-estado es completa y domina absolutamente todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos, que tienen asignados un agpt (un Ángel de la Guarda Pro-Témpore) que vigile la más mínima infracción. De esas infracciones dependen los ingresos y el estatus social, pero es demasiado fácil incurrir en ellas. Es una religión muy realista en la que cualquier acto no verificable (una hipótesis, un deseo, imaginar otra posibilidad) supone impureza. Los matrimonios son concertados y los actos carnales también están cuidadosamente planificados, porque todos tienen la obligación de traer vástagos al mundo para seguir alimentando la maquinaria. Curiosamente, en una sociedad tan apegada a los hechos, que culpa al individuo de todo como consecuencia directa de sus actos, los sueños se consideran profecías.

Yarrow, lingüista, recibe un encargo que le obliga a viajar y alejarse así de su mujer, cosa que no le desagrada porque sólo el miedo a empeorar su situación le impide divorciarse. Cuando está esperando para embarcar en su transporte, el cuerpo de seguridad lo arranca de la cola y lo lleva ante un alto mando. Es una escena tremenda para ejemplificar qué es el Iglestado y es lógico temerse lo peor, pero no: puesto que saben que quiere separarse de su esposa, le proponen darlo por muerto y enviarlo en un viaje espacial que durará cuarenta años (en suspensión o estasis, claro). El objeto es llegar a un planeta que parece viable para la vida humana, tan necesitada de más espacio vital (¿os suena el concepto?), y que él pueda estudiar el lenguaje de sus habitantes para establecer comunicación con ellos. Hal está encantado de librarse de su mujer, pero no sabe que tendrá que cargar a cambio con el agpt que le ha amargado la existencia.

A partir de aquí, la libertad. No quiero explayarme mucho sobre el desarrollo de la trama, pero Yarrow toma contacto con aborígenes cuya tecnología es inferior a la de los humanos y cuya moral es muy diferente. A base de charlar con ellos empieza a plantearse si es preciso atenerse tan rígidamente a los principios de su religión, si estos tienen sentido siquiera. Ya tenía cierta tendencia a desobedecer, pero ahora comienza a ver de otra manera muy diferente el sistema en que vive. Para más inri, descubre a una hermosa muchacha (que él cree descendiente de una expedición humana previa) con la que el sexo es muy distinto a lo que prescribe su misógino profeta. En tanto Yarrow hace amigos, descubre el amor y el placer, se desarrolla como persona fuera de las imposiciones del Iglestado, los humanos están investigando un arma biológica que extermine a todos los habitantes del planeta y deje vía libre a la colonización.

Buscando por la red algún enlace que pudiera facilitar información objetiva sobre el libro he encontrado muchas opiniones sobre la historia de amor que rompe barreras: el protagonista cree que su amada tiene origen humano, pero que en algún momento se ha hibridado con los nativos del planeta. El autor, poco a poco, va dando pistas de la veracidad o no de estas suposiciones. Sin embargo, no es esta historia de amor inter-especies lo que yo destacaría de esta novela, sino que por una vez los humanos no son los buenos. Ya lo hizo Michael Moorcock (no recuerdo el título de la novela, pero el protagonista se alineaba con los elfos) e incluso pudimos verlo en Avatar, pero la novela es de 1961 y aún hoy día no suele ser lo habitual: estamos más acostumbrados a que la Tierra se defienda de la amenaza extraterrestre, no a ser dicha amenaza. Es en su trato con los nativos insectoides que el protagonista adquiere toda su humanidad, reprimida por la religión, la obligación, la sociedad. Se titula Los amantes y por supuesto hay una historia de amor, pero no es el suceso más importante.

Por otro lado, el plan de exterminio, que emula al que se llevó a cabo en la Tierra durante las Guerras Apocalítpicas, es de una brutalidad espantosa y me fascinó, pero todo lo que sea aniquilar suele llamarme la atención y no quiero estropearle a nadie los detalles más jugosos.

No es que haya sido una obra que haya cerrado con un entusiasmo irreprimible, pero me han gustado las ideas que plantea y, desde luego, no le falta originalidad.

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