Por norma general, cuando me siento ante el teclado tengo una idea muy clara de lo que quiero contar. Sin embargo, según voy escribiendo las palabras se las ingenian para seguir caminos que no tenía previstos y, claro, por desconocerlos termino perdida y dando vueltas alrededor de la idea original, sin retomarla y divagando (que es gerundio). Debido a esto, cuando me planteé escribir todos esos comentarios que me comprometí a publicar hace tanto tiempo y que todavía no había empezado siquiera a "redactar mentalmente" (juas, igual os suena raro, pero yo escribo mucho... en mi cerebro, luego no llevo nada al papel, pero las noches que no puedo dormir imagino cómo contaría tal o cual cosa) y supe que antes de abordar el primer título ya me iba a ir por las ramas, pensé que sería mejor hacer una pequeña introducción y explicar cuál es mi postura ante todo esto.
Empecemos por el principio: ¿qué es esto de "Libros por compromiso"? Puesto que ya no soy un miembro activo en el foro de BookCrossing y por tanto no me apunto a bookring y tengo tantos libros por leer que no acepto ningún ofrecimiento de préstamo, lo que leo por compromiso son los libros cedidos por las editoriales o por los propios autores. Cualquiera podría decirme que soy poco menos que subnormal por leer aquello que me pasan aunque no tenga ganas, en lugar de limitarme a pegarle una etiqueta y mandarlo atomar por culo la calle. Es cierto que a las editoriales les da igual lo mucho o poco que yo pueda apreciar los títulos que me mandan, porque suelen libros de best seller (Paulo Coelho en edición de bolsillo, la nueva novela de Federico Mocchia) o nuevas líneas editoriales que van a promocionarse igualmente, con o sin la participación de los beceros; tampoco niego que el propio autor, cuando nos regala los libros por su propia iniciativa, sólo busca darle difusión a su obra y probar suerte con el boca a boca, pero tengo el ego tan grande que cuando se dirigen a mí concretamente me siento responsable del libro y me tomo como algo mucho más personal el que realmente la obra consiga nuevos lectores y haga muchos kilómetros.
Aún así, hay excepciones: cuando Espido Freire nos contó que iba a liberar cincuenta ejemplares de la segunda parte de su libro Mileuristas y que había convocado a la prensa se hizo bien patente que no se trataba de compartir su obra, o de darla a conocer entre los lectores sin invertir en publicidad, sino que era un acto publicitario descarado. Ya digo que no se me oculta que nadie da duros a cuatro pesetas (qué rara suena esta expresión en la era del euro) y que quien regala libros lo hace para promocionar su obra y darse a conocer, pero siempre resulta más entrañable cuando quien se sube al carro es alguien que pasa un poco más desapercibido y no avisa a la prensa. Eso sí, tengo que reconocerle a la señora Freire que es muy agradable, que da gusto escucharla y que la primera liberación que hizo de su obra fue en el Parque de María Luisa, en Sevilla, sin prensa y sin nada. Yo me esperaba a alguien estirado, no sé por qué estaba predispuesta a que me cayera mal, y tuve que comerme mis prejuicios con patatas.
La segunda excepción es la chica de Clickart: ha hecho varias páginas promocionales de títulos publicados por Planeta o sus filiales y en cada ocasión se ha acordado de mandarnos (y aquí hablo en plural porque, como mínimo, contacta también con usuarios de Madrid y Barcelona) ejemplares. Entiendo que si sus web tienen muchas visitas, la editorial hará nuevos encargos, pero eso no la obliga a tener detalles como felicitaciones navideñas o el tono personal que imprime a sus mails, de modo que "la transacción" es mucho menos fría que en otros tratos con otras entidades.
Si a estas alturas no ha quedado claro que no me engaño y sé perfectamente que estos envíos de libros no tienen más objeto que conseguir publicidad casi gratuita (y digo casi porque al fin y al cabo hay que pagar portes e invertir algo de tiempo), es que de nuevo me he vuelto a ir por las ramas, pero dejo de enrollarme al respecto: ahora toca el lado sentimental, el que me hace leer esos libros y escribir las reseñas correspondientes, tanto tiempo postergadas.
Aunque hay casos variados, como el de Joaquín Doldán, que nos dio los libros para registrarlos y sólo porque dio la casualidad de que estábamos allí en ese momento y nos ofrecimos para ello (hablo en plural porque éramos dos los beceros presentes y ambos nos llevamos ejemplares), o el de Juan E. Ballester, que ofreció los libros a quien los quisiera y yo pedí que me enviase uno, hay veces en que recibo un mail diciendo "Quiero enviarte un libro". Salta a la vista que no es mi blog uno de esos que todo el mundo conoce y que termina por generar opinión. Tampoco me caracterizo por realizar análisis objetivos y sesudos, sino que me guío más por la forma en que consigo conectar con la historia. Supongo que la única garantía que doy es que intentaré endosar el libro a cuanta gente pueda antes de perderlo en la selva, pero aún así siempre es una sorpresa y un placer recibir un mail con esas palabras: "Quiero enviarte un libro", porque no soy inmune a los halagos y se me sube el ego por las nubes. ¡Alguien considera que tengo o bien alguna relevancia o bien un criterio fiable! ¿Cómo negarse a eso? Sobre todo en el caso de Alejandro Volnié, quien me dijo que me pasara por su web a pedir el libro que más me llamara la atención y, tras enviarme Martes y jueves se marcó el detallazo de regalarme cuatro libros suyos más, estos sin registrar. Como ser humano que soy, me gustan los regalos y me gusta que me hagan sentir ¿relevante? No sé cómo expresarlo, pero si queréis hacerme algún regalo o decirme que soy maravillosa, pues ya sabéis que esas cosas me gustan :P
Lo malo de esos libros es que, dado que se han dirigido a mí exprofeso para que los ponga en circulación, me ponen en un compromiso: es harto probable que el propio autor pueda leer lo que pienso de su obra y no es plato de gusto decirle a alguien que su libro me ha parecido un asco. Aunque conozco a dos (1 y 2) que son cutres y aún así cuelgan sus trabajos sin pudor alguno, me gusta pensar que quien escribe y da a conocer sus escritos está convencido de que merece la pena compartirlos y que se ha esmerado en hacer algo bueno. No creo que alguien (a excepción de los ya mencionados) pretenda lucirse con algo que sabe que es malo, sino que creo que todos ponen esfuerzo y lo mejor de sí en su obra, así que decirle a alguien que su libro me ha aburrido o que demuestra que hoy en día publica cualquiera aunque sea auto-editándose me sabe mal, casi me parece menospreciar al autor como persona. Por eso siempre me siento en la obligación de leer lo que me mandan y de darle cuanta difusión esté en mi mano a dicha obra, aunque a veces no pueda sustraerme a ser un poco destructiva (uf, es que A solas con Nacho era intragable...). Y parte de ese compromiso que creo haber adquirido al aceptar el libro implica, como ya he dicho, dar a conocer su existencia, cosa que sólo puedo hacer a través de determinados foros y de este blog. Con ese propósito nace esta serie de post.
Aunque, como ya dije, mañana me voy a El Puerto un mesecito así que ¡a ver si es verdad que cumplo con lo prometido!
Por cierto, algunos de esos libros leídos por compromiso y que no voy a comentar debido a que los leí hace demasiado tiempo y apenas los recuerdo, o no me gustaron y no soy tan masoca como para rememorarlos, o ya escribí sobre ellos en su día o simplemente no me apetece son:
-El enigma Vivaldi, de Peter Harris, cedido por la editorial (sobre éste me explayé a gusto en uno de mis antiguos blog, pero ese escrito ya lo eliminé de la faz de la Tierra... O de Internet. O como se diga en estos casos).
-A solas con Nacho, de Esteban Monasterio, enviado por el autor.
-Qué haces con tus pies en mi piscina, de Juan E. Ballester, enviado por el autor, aunque creo que este libro sí lo pedí yo cuando él lo ofreció en el foro.
-Perdona si te llamo amor, de Federico Mocchia, enviado por la chica de Clickart, que como ya dije puede ponerme en tantos compromisos como quiera, porque es muy simpática y así da gusto (no como con los de Seix Barral).
-La s7ptima M, de Francisca Solar, donado por la editorial (y cuya M es de mierda, seguramente, ¡qué libro más malo, para mi gusto!).
-Gato pardo, La brecha, La razón de Joaquín y Umbral mixteco, todos ellos de Alejandro Volnié y enviados por su autor.
Empecemos por el principio: ¿qué es esto de "Libros por compromiso"? Puesto que ya no soy un miembro activo en el foro de BookCrossing y por tanto no me apunto a bookring y tengo tantos libros por leer que no acepto ningún ofrecimiento de préstamo, lo que leo por compromiso son los libros cedidos por las editoriales o por los propios autores. Cualquiera podría decirme que soy poco menos que subnormal por leer aquello que me pasan aunque no tenga ganas, en lugar de limitarme a pegarle una etiqueta y mandarlo a
Aún así, hay excepciones: cuando Espido Freire nos contó que iba a liberar cincuenta ejemplares de la segunda parte de su libro Mileuristas y que había convocado a la prensa se hizo bien patente que no se trataba de compartir su obra, o de darla a conocer entre los lectores sin invertir en publicidad, sino que era un acto publicitario descarado. Ya digo que no se me oculta que nadie da duros a cuatro pesetas (qué rara suena esta expresión en la era del euro) y que quien regala libros lo hace para promocionar su obra y darse a conocer, pero siempre resulta más entrañable cuando quien se sube al carro es alguien que pasa un poco más desapercibido y no avisa a la prensa. Eso sí, tengo que reconocerle a la señora Freire que es muy agradable, que da gusto escucharla y que la primera liberación que hizo de su obra fue en el Parque de María Luisa, en Sevilla, sin prensa y sin nada. Yo me esperaba a alguien estirado, no sé por qué estaba predispuesta a que me cayera mal, y tuve que comerme mis prejuicios con patatas.
La segunda excepción es la chica de Clickart: ha hecho varias páginas promocionales de títulos publicados por Planeta o sus filiales y en cada ocasión se ha acordado de mandarnos (y aquí hablo en plural porque, como mínimo, contacta también con usuarios de Madrid y Barcelona) ejemplares. Entiendo que si sus web tienen muchas visitas, la editorial hará nuevos encargos, pero eso no la obliga a tener detalles como felicitaciones navideñas o el tono personal que imprime a sus mails, de modo que "la transacción" es mucho menos fría que en otros tratos con otras entidades.
Si a estas alturas no ha quedado claro que no me engaño y sé perfectamente que estos envíos de libros no tienen más objeto que conseguir publicidad casi gratuita (y digo casi porque al fin y al cabo hay que pagar portes e invertir algo de tiempo), es que de nuevo me he vuelto a ir por las ramas, pero dejo de enrollarme al respecto: ahora toca el lado sentimental, el que me hace leer esos libros y escribir las reseñas correspondientes, tanto tiempo postergadas.
Aunque hay casos variados, como el de Joaquín Doldán, que nos dio los libros para registrarlos y sólo porque dio la casualidad de que estábamos allí en ese momento y nos ofrecimos para ello (hablo en plural porque éramos dos los beceros presentes y ambos nos llevamos ejemplares), o el de Juan E. Ballester, que ofreció los libros a quien los quisiera y yo pedí que me enviase uno, hay veces en que recibo un mail diciendo "Quiero enviarte un libro". Salta a la vista que no es mi blog uno de esos que todo el mundo conoce y que termina por generar opinión. Tampoco me caracterizo por realizar análisis objetivos y sesudos, sino que me guío más por la forma en que consigo conectar con la historia. Supongo que la única garantía que doy es que intentaré endosar el libro a cuanta gente pueda antes de perderlo en la selva, pero aún así siempre es una sorpresa y un placer recibir un mail con esas palabras: "Quiero enviarte un libro", porque no soy inmune a los halagos y se me sube el ego por las nubes. ¡Alguien considera que tengo o bien alguna relevancia o bien un criterio fiable! ¿Cómo negarse a eso? Sobre todo en el caso de Alejandro Volnié, quien me dijo que me pasara por su web a pedir el libro que más me llamara la atención y, tras enviarme Martes y jueves se marcó el detallazo de regalarme cuatro libros suyos más, estos sin registrar. Como ser humano que soy, me gustan los regalos y me gusta que me hagan sentir ¿relevante? No sé cómo expresarlo, pero si queréis hacerme algún regalo o decirme que soy maravillosa, pues ya sabéis que esas cosas me gustan :P
Lo malo de esos libros es que, dado que se han dirigido a mí exprofeso para que los ponga en circulación, me ponen en un compromiso: es harto probable que el propio autor pueda leer lo que pienso de su obra y no es plato de gusto decirle a alguien que su libro me ha parecido un asco. Aunque conozco a dos (1 y 2) que son cutres y aún así cuelgan sus trabajos sin pudor alguno, me gusta pensar que quien escribe y da a conocer sus escritos está convencido de que merece la pena compartirlos y que se ha esmerado en hacer algo bueno. No creo que alguien (a excepción de los ya mencionados) pretenda lucirse con algo que sabe que es malo, sino que creo que todos ponen esfuerzo y lo mejor de sí en su obra, así que decirle a alguien que su libro me ha aburrido o que demuestra que hoy en día publica cualquiera aunque sea auto-editándose me sabe mal, casi me parece menospreciar al autor como persona. Por eso siempre me siento en la obligación de leer lo que me mandan y de darle cuanta difusión esté en mi mano a dicha obra, aunque a veces no pueda sustraerme a ser un poco destructiva (uf, es que A solas con Nacho era intragable...). Y parte de ese compromiso que creo haber adquirido al aceptar el libro implica, como ya he dicho, dar a conocer su existencia, cosa que sólo puedo hacer a través de determinados foros y de este blog. Con ese propósito nace esta serie de post.
Aunque, como ya dije, mañana me voy a El Puerto un mesecito así que ¡a ver si es verdad que cumplo con lo prometido!
Por cierto, algunos de esos libros leídos por compromiso y que no voy a comentar debido a que los leí hace demasiado tiempo y apenas los recuerdo, o no me gustaron y no soy tan masoca como para rememorarlos, o ya escribí sobre ellos en su día o simplemente no me apetece son:
-El enigma Vivaldi, de Peter Harris, cedido por la editorial (sobre éste me explayé a gusto en uno de mis antiguos blog, pero ese escrito ya lo eliminé de la faz de la Tierra... O de Internet. O como se diga en estos casos).
-A solas con Nacho, de Esteban Monasterio, enviado por el autor.
-Qué haces con tus pies en mi piscina, de Juan E. Ballester, enviado por el autor, aunque creo que este libro sí lo pedí yo cuando él lo ofreció en el foro.
-Perdona si te llamo amor, de Federico Mocchia, enviado por la chica de Clickart, que como ya dije puede ponerme en tantos compromisos como quiera, porque es muy simpática y así da gusto (no como con los de Seix Barral).
-La s7ptima M, de Francisca Solar, donado por la editorial (y cuya M es de mierda, seguramente, ¡qué libro más malo, para mi gusto!).
-Gato pardo, La brecha, La razón de Joaquín y Umbral mixteco, todos ellos de Alejandro Volnié y enviados por su autor.
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