23.3.08

¿Te pegas un mes sin escribir y ahora me cuentas esto?

Juas, ¡si hubiese esperado tan sólo tres días más, hubiera celebrado un mes completo sin escribir! Pero cuando tenía tiempo, no tenía ganas, y es justamente hoy que tengo otras cosas que hacer cuando me siento delante del ordenador a comentar mis impresiones sobre Perdona si te llamo amor, de Federico Moccia. No es porque el libro me haya gustado o porque necesite defenestrarlo públicamente para mostrar mi repulsa ante semejante pastelón (aunque es cierto que me ha parecido un asco pasteloso, a pesar de que la palabra pasteloso no esté recogida en la RAE), sino porque creo que se lo debo a la chica que me pasó los libros. Os cuento:

Quien a estas alturas no sepa que estoy metida en el rollo BookCrossing (ya contaré más adelante cómo va el tema del Mercadillo Cultural del Pumarejo y la Zona Oficial de Cruce que quieren montar en la Casa de San Bernardo) es que no sabe de mis actividades por la red. Fue precisamente a través de BookCrossing que la gente que Clickart me ha ido pasando ejemplares de todas las novelas a las que les han diseñado la web promocional. A cambio, yo me comprometía a darles publicidad en blogs, foros y allá por donde yo pululase y a hacerlas circular de mano en mano, pero confieso que sólo cumplí con la segunda mitad del trato: todas las novelas de Paulo Coelho ya están perdidas por España, La muerte lenta de Luciana B. está empaquetada y lista para viajar a Barcelona y ya ando buscando a quién encajarle Perdona que te llame amor, pero todavía no había hablado de ninguno de estos libros en ninguna parte, a pesar de las muchas ganas que tengo de explayarme sobre Algo tan parecido al amor, que leí allá por noviembre y me encantó. Sin embargo, Algo tan parecido al amor me exige un estado de ánimo del que ahora mismo estoy huyendo, así que prefiero poner a parir Perdona si te llamo amor... Porque es una obra que se presta muchísimo a sacarle defectos a puñados (una muestra de mis primeras impresiones, en el journal del libro). Vamos allá:

"Federico Moccia se ha convertido en el gran fenómeno editorial italiano de los últimos años con más de tres millones de libros vendidos. Su tercera novela, Perdona si te llamo amor, con ventas que superan el millón de ejemplares, ha pasado a ser un verdadero punto de referencia para varias generaciones de nuevos lectores, que se ven reflejados en la autenticidad de su historia.

Niki es una joven madura y responsable que cursa su último año de secundaria. Alessandro es un exitoso publicista de treinta y siete años a quien acaba de dejar su novia de toda la vida. A pesar de los veinte años de diferencia que hay entre ambos y el abismo generacional que los separa, Niki y Alessandro se enamorarán locamente y vivirán una apasionada historia de amor en contra de todas las convenciones y prejuicios sociales.

Una deliciosa novela sobre el poder del amor ambientada en las románticas calles de Roma. Perdona si te llamo amor es, además, una involuntaria guía alternativa de esta ciudad. Deseosos de conocer los escenarios de esta Love Story contemporánea, jóvenes de todo el mundo buscan los consejos que aparecen diseminados por todo el libro para descubrir dónde comer las mejores pizzas o saborear los helados más exquisitos."

Para empezar, veamos cómo la sinopsis miente más que habla: dejaremos aparte que en sus primeras dos novelas el autor habla del amor de dos personas de muy diferente extracción social para explotar en la tercera el rollo de la diferencia de edad, lo cual parece el mismo perro con distinto collar, para examinar esas frases que hacen referencia a la autenticidad de la historia y a que Niki es madura y responsable... ¡Y una mierda! ¿Qué tiene de realista que una jovencita a la que se define como hermosa (hermosa, no guapa, ni atractiva) se salte un ceda y se empotre contra un coche y el tío de treinta y siete años que es un publicista famoso y gana una pasta gansa se líe con ella en lugar de pedirle los papeles del seguro? Ella decide desde el primer momento que él es el amor de su vida y él se deja acosar porque, lejos de mandar a la mierda a una pesada semejante, le hace gracia: le ejerce de taxista y no sólo se divierten horrores sino que follan como conejos. Oh, sí, un realismo increíble, todos conducimos un pedazo de Mercedes y tenemos mil quinientos euros en el bolsillo para pagar a un detective privado que investigue si nuestro amigo tiene cuernos, es algo que pasa todos los días.

A fuer de resultar una historia forzada e irreal, las amigas de la protagonista se han puesto un nombre, como si fueran una pandilla de canis callejeras en lugar de una piara de crías de instituto. El autor pretende demostrar que la adolescencia está llena de felicidad y diversión y esas escenas de gamberreo juvenil son absurdas a más no poder, hasta el punto que no pude dejar de pensar "Pero ¿son adolescentes o es que son tontas?". En vista de que Niki es la "madura y responsable" (una niña que se pasa toda la novela mintiéndole a sus padres, subiéndose al coche de extraños sin dudarlo, que coge el volante de manos del conductor sin pensarlo, haciendo apología de las vacaciones autoregaladas aunque el autor pretenda hacer ver que es Carpe Diem), no es de extrañar que todo lo relacionado con las escenas entre amigas resulte artificioso, como si esa felicidad fuera algo impuesto, innatural en gente de diecisiete años. Parece que el autor dijera "Niñas, ahora toca parecer alocadas y felices" y quisiera aparentarlo a cualquier coste. Bastante penoso.

Tenemos a un tío con dinero y a una chavalita majarona que se enamora a primera vista. Él se deja seducir por la idea de la libertad, la improvisación y aprovechar la vida, lo cual es un tópico muy trillado, demasiado, pero lo peor es que la sinopsis habla de convenciones y prejuicios sociales ¡y estos no aparecen en la novela! Las amigas de Niki están encantadas de que se líe con un tío mayor, sobre todo si el sexo es bueno; los amigos de Alessandro le envidian la novia que se ha buscado; los padres de la chica deciden demasiado pronto que todo sea por el bien de su hija; ¡incluso los contratiempos son pocos y cortos! Un accidente de una amiga, una escena de celos, ¡hasta el regreso de la ex! Esta novela está compuesta de ciento y pico capítulos cortísimos y cada crisis ocupa, a lo sumo un par de capítulos, con lo cual la proporción de disgustos es ínfima respecto a la cantidad de páginas que dedican a comer por ahí, a experimentar con el sexo o a viajar: que la ventaja de que él está forrado es que pueden vivir cosas que no se pueden experimentar sin haber ahorrado previamente.

En definitiva, esta novela es una novela sobre la felicidad, y la felicidad es aburrida de leer porque puede llenar de plenitud a quien la vive, pero termina por resultar monótona a quien la ve desde fuera, por mucha imaginación que le echen a la hora del sexo. Se trata de una obra del montón, sobre la necesidad de aprovechar el tiempo y de tomar las cosas tal y como vienen, esa filosofía que está ya más vista que el tebeo y que tampoco se descubre aquí de una forma que pueda resultar original. Todo es demasiado idílico desde el principio y, por tanto, no me causó más que hastío y fatiga.

Pastelosa, pastelosa, pastelosa: ideada para pegarle una etiqueta de BookCrossing y tirarla a la calle, ¡porque yo no quiero que esto se quede en mi casa!

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