6.1.08

"¡Qué mal... l... lo!"

Por supuesto, la que sigue a continuación es una opinión meramente subjetiva, de alguien que no tiene formación alguna en el campo literario y por tanto basa dicha opinión en sus propias sensaciones durante la lectura... De modo que, quien lo desee, puede juzgar por sí mismo leyendo el libro aquí o, dado que es un libro BookCrossing, puede pedirme mi ejemplar y se lo paso gustosa (siempre que sea alguien de España, que me niego a hacer envíos internacionales).

Una vez aclarado esto, empiezo:

Aunque ya no me pase por el foro, sigo siendo una usuaria de BookCrossing bastante activa en lo que a liberaciones e intercambios se refiere, así que a veces las editoriales o los autores me envían libros con la condición de que los comente y los haga circular. Así es cómo llegaron a mis manos varios libros de Ediciones Destino (tengo pendiente hablar de Algo tan parecido al amor), Alejandro Volnié (Martes y viernes me gustó bastante) o el que hoy comento. Lo cierto es que, gracias a esta página, tuve la ocasión de conocer a Espido Freire y ella misma comentó que a veces las críticas son muy crueles, con lo cual me siento un poquito cohibida cada vez que opino sobre un libro y pienso que el propio autor puede leerlo: al fin y al cabo, si digo que la obra me parece pedante, insufrible, aburrida o similar, ¿no lo estoy atacando a él en persona, juzgándole por su estilo literario? Supongo que a nadie le gusta que saquen faltas a su trabajo y que el autor publica pensando que lo ha hecho lo mejor posible, de ahí que escribir sobre A solas con Nacho se me haga un poco cuesta arriba porque ¡el libro me ha parecido insulso a más no poder y me da apuro que el autor se entere!

El libro me ha parecido soso, a pesar de lo que se prometía en la sinopsis:

"'Ya lo conseguiste, ya estás muerto, ¿y ahora qué hago yo? ¡Ahora qué hago yo, Dios mío!?. Así arranca, entre tormentoso y alucinado, el largo monólogo con el que una joven intenta saldar sus cuentas con la historia. Una sola voz, una sola noche, una muerte por esclarecer, y todo disfrazado de historia de amor. ¿O es tal vez el amor el que se disfraza de muerte?

A solas con Nacho no es una historia de amor convencional, más bien parece una novela de capa y espada siglo veintiunesca, con romances urbanos, amores imposibles e incluso un duelo posmoderno. Sus páginas rezuman romanticismo, pero se trata de un romanticismo demasiado afilado como para que no resulte peligroso, como una cuchilla de afeitar. Y a lo largo de toda la historia aletea ese pensamiento que Dostoievski puso en boca del príncipe Mishkin: la belleza salvará al mundo. Aunque la belleza, a veces, también mata."

Para empezar, mi concepción del romanticismo abarca no sólo el fondo, sino la forma, y ésta falla de forma estrepitosa en toda la novela (insisto, hablo de mi propio gusto) hasta tal punto que yo el romanticismo no lo vi, con lo cual también la cuchilla de afeitar pasó desapercibida. La novela consiste en un largo monólogo que Cristina dedica al cadáver de Nacho (¿esto no lo habían inventado ya?), en el que se intercalan breves párrafos para indicar que llora, que se serena, que sonríe ante un recuerdo hermoso pero... Si cambia su estado de ánimo, ¿por qué no se altera el ritmo de su discurso? Es más, si Nacho está muerto y no tiene prisa por irse, ¿por qué Cristina desgrana sus penas como si fuera una metralleta? ¡Que cualquiera diría que le cobran los puntos y seguidos o las mayúsculas del principio de la frase! La inmensa mayoría del discurso de Cris está jalonada de comas, aunque las ideas incluidas en la parrafada sean muy diversas o no tengan ningún tipo de conexión entre sí: comas, comas y más comas, de una forma que, lejos de hacerme comprender el agobio de Cris, me inducían un agobio propio. Esta forma de escribir siempre me ha cansado mucho y muy pronto, me irrita sobremanera. Puedo entender que la extensión de las frases sea determinante para el ritmo de la obra, pero no puedo comprender por qué las frases han de ser eternas sin más, por muy atropelladamente que hable el personaje.

Para más inri, dicho personaje me cayó como una patada en el hígado. ¡Qué tía más tonta! Para empezar, se hace mucho énfasis en que es argentina y en que el hablar de su tierra es tan dulce que, aunque no fuera guapísima y perfectísima en lo que al físico se refiere, se traería a todos de calle sólo con su verbo... Bueno, con su acento, no con su verbo, porque la pobre muchacha puede que se declare universitaria, pero hace gala de una manifiesta ignorancia en temas de cultura general (yo nunca he estado en Roma y tenía menos problemas que ella para reconocer los lugares que visitó, con eso lo digo todo), así que no sé hasta qué extremo podría tener una conversación interesante. Y por si acaso no quedase claro que ella encuentra su forma de hablar mucho más encantadora que el seco y cortante "español de España", hace mucho hincapié en que su expresión "¡Qué mal... l... o!" era entrañable y casi el secreto de su éxito. Según las normas de la RAE, "Los puntos suspensivos (...) suponen una interrupción de la oración o un final impreciso", así que ese "¡Qué mal... l... o!" no me hace pensar en una l arrastrada, sino en una frase entrecortada, como si la chica tuviera asma y el aliento no le llegase para terminar la exclamación.

Si la forma de narrar no me gusta, difícilmente podré sentirme afectada por lo que se cuenta, de modo que no sólo estuve pensando todo el rato que Cristina había obtenido lo que se merecía y que no podía justificar de ninguna manera su modo de vida, sino que me vi venir todo el drama y se ratificó que la protagonista es subnormal. Si Nacho no se suicidó y ella se culpa de su enfermedad desde el principio, no es difícil adivinar cómo causó ella la muerte de él; lo que es más difícil de explicar es cómo se infectó ella, si las putas de lujo es de suponer que deben estar más controladas y usar profilácticos... Que sí, que sí, que antes de cobrar, hacía estas cosas por vicio, pero tal y como lo ella lo describe fue con gente de su círculo de amistades y se hubiera enterado antes de que era seropositiva, ¿no? El modo en que descubre que está infectada también es un poco raro: que yo sepa, el análisis que te hacen para diagnosticarte anemia no es el mismo que para el VIH, luego alguna otra sintomatología debía presentar para que se le hicieran esas pruebas.

Como no tengo más ganas de escribir, resumiré este libro como típica historia de persona que, atormentada por su propia bajeza, se redime por el amor sublime de un tonto que todo lo aguanta y todo lo perdona; tan tonto que, con lo fácil que es evitar infectarse, muere de SIDA en tanto ella le sobrevive para quejarse y torturarnos con sus quejas. Un libro que, quizá, si hubiera estado escrito de otra manera y hubiese profundizado más en determinadas cosas hubiera sido angustioso y estupendo, pero que tal y como es me ha resultado una lectura intrascendente que sólo quería quitarme de encima lo antes posible.

Si nadie se ofrece a darle un hogar, lo abandonaré en la calle cuanto antes.

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