12.11.07

Juas, doce veces lo mismo...

Es curioso que las obligaciones frikis, como irme al Salón del Manga, me hayan mantenido apartada del anime, pero así ha sido: llevo una buena temporada que no tenía ni tiempo, ni ganas, así que cuando decidí reincorporarme al mundillo otaku opté por hacerlo con alguna chorrada ligerita. Como tengo la fea costumbre de bajarme los reshare que sacan los fansub sin mirar qué serie es, tenía en el disco duro He is my master (Kore ga Watashi no Goshujin-sama) y, dado que el título ya indicaba que no iba a versar sobre universos alternativos donde la existencia de Dios quedaría probada, me puse a verla...

Si alguien llega buscando la serie en descarga directa, le diré que se vaya a buscar a McAnime (me sorprende que haya gente que no conozca esa web, aún), ya que yo bajé la serie completa mediante un torrent de AniMugen (fansub al que agradezco mucho el trabajo pero que en ocasiones deja entrever que su corrector no se parte los cuernos con las revisiones, precisamente) y por tanto no tengo ni idea de dónde se podrán encontrar los capítulos sin pasar por la mula o el Azureus. Pero vamos al lío:

Izumi y Mitsuki Sawatari, de trece y catorce años de edad, huyen de su casa (la serie es tan absurda que ni siquiera merece la pena comentar los motivos, que se descubren muy pronto y no son en absoluto relevantes) y creen encontrar refugio en la mansión de Nakabayashi Yoshitaka, quien se ha quedado huérfano y precisa con urgencia servicio. Sin embargo, su nuevo jefe es un salido que sólo aspira a espiarlas, disfrazarlas con ropas lo más escuetas posibles y tomarles fotos, con lo cual el primer capítulo ya es indicativo de lo único que vamos a ver en la serie: a Izumi siendo despojada de las ropas con una excusa u otra y pegándole a su jefe cada vez que intente algo raro. Para que el ecchi no deje insatisfecho a nadie, lo aderezan con un poquito de yuri y a la servidumbre se unirá Anna-chan, que está tan decidida a ver a Izumi desnuda y a frotarse con ella como su propio jefe.

Y ya está, no hay más. Es cierto que hay un caimán que juega a juegos hentai, una rubia sádica, una hermanita kawaii, un padre pervertido y una madre permisiva, pero ninguno de estos personajes añade nada nuevo a lo que ya he contado: durante doce capítulos, Izumi será acosada por todas partes, de forma constante, hasta la náusea, y acumulará estrés suficiente como para propiciar algo parecido a un desenlace, pero no es más que una vuelta a empezar. Al fin y al cabo, si la chica no enseña, no hay serie...

Por tanto, los puntos a favor de He is my master son muy evidentes para aquellos que gusten de ver pechos en un anime, pero para mí no son más que el grado de absurdo que puede alcanzar en cada capítulo: Mitzuki es una lianta que inventa juegos, concursos y competiciones a cada momento, a cuál más surrealista, y ¡los restantes personajes se dejan llevar! Esto es algo que siempre me ha fascinado en el anime, que alguien se apueste a otra persona como si nada, pese a las protestas de la víctima, y todo el mundo lo contemple como algo natural. En esta serie, la opinión de Izumi es convenientemente ignorada para que así el caimán la pueda desvestir, el amo explotar, su hermana apostar, Anna-chan sobar, etc.

En conclusión, que el argumento brilla por su ausencia y que el tipo de gag es repetitivo y monotemático pero ¡a mí me ha hecho mucha gracia! Es estupenda para pasar un ratillo, sin más.

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