29.1.12

Sobre Juan Eslava Galán y los moros

No entiendo nada de literatura, pero sé qué me gusta y qué no. Cuando (he perdido la cuenta de los años que hace de aquello) cayó en mis manos En busca del unicornio, que fue Premio Planeta, me gustó mucho el manejo del lenguaje. Qué más me daba que se hablase del culo de las negras y de la diferencia entre follar con una de ellas o con una europea, si lo que me estaba epatando era la facilidad con que me engañaba, con la que me hacía creer que quien me contaba la historia era un personaje de la época. La ventaja de no ser filóloga es que no puedo detectar si se cuela algún giro o expresión que esté fuera del contexto de la historia, así que el autor me convenció. Más tarde encontré por casa Guadalquivir y me reí tanto con esa novela que decidí que merecía la pena leer a este autor.

Con el correr de los años he ido leyendo lo que ha caído en mis manos de este autor (aunque no ha sido tanto como me gustaría, aún me falta mucho) y he llegado a la conclusión de que me gusta más el Eslava Galán divulgador que el novelista, porque es irónico, mordaz y muy divertido: nunca se me olvidará aquella asociación que hace entre las sociedades recolectoras que pasaban tanta hambre y los atracones que nos pegamos los españoles en bodas, bautizos y comuniones en Historia de España contada para escépticos; aquellas disertaciones sobre la mala hostia que gasta Dios en El catolicismo explicado a las ovejas; y la monita poniendo cachondo al monito para asegurarse el sustento de su progenie en Homo erectus. Todo contado de una manera casi casual, sin esfuerzo, y coronado por una amplia bibliografía por si alguien no se cree lo que ha leído y quiere contrastar las fuentes.

Entre mis regalos de Reyes, por tanto, se encontraban El fraude de la Sábana Santa y las reliquias de Cristo (no tan divertido como El catolicismo explicado a las ovejas, pero es que el tema no da tanto de sí), El mercenario de Granada (que no me ha entusiasmado demasiado, para qué negarlo) y el que me ocupa hoy, Califas, guerreros, esclavas y eunucos. Los moros en España, que si me ha movido a retomar la actividad bloguera no es tanto por el mérito de resumir ochocientos años de ocupación islámica en menos de cuatrocientas páginas (y aún así, ingeniárselas para describir con el mayor detalle los atuendos, comidas, hogares, distribución de las ciudades y costumbres) como por terminar con la situación actual del Islam en España, cosa que ha suscitado alguna reflexión en mí y me ha descubierto tan intolerante con la religión árabe como ya lo soy con la católica.

No voy a mentir y, por tanto, no negaré que casi todo lo que haya podido aprender de esta lectura se me habrá olvidado al cabo de dos días. Intentaré retener ciertas palabras que me resultaban desconocidas, como almotacén, alfaquí, alfaqueque o elche, pero si mañana me preguntáis alguna fecha o el nombre de algún caudillo, no os sabré contestar. Eso no le resta ni un ápice de mérito, porque soy incapaz de mantener mi atención el tiempo suficiente como para leer una monografía y aprender sobre el tema, ya que a las pocas páginas ya me hago un lío con los nombres, pero sin embargo este libro me lo he leído en dos tardes. La prosa es clara, amena, sencilla y los capítulos son cortos y concisos: se alternan los de Historia (así, con mayúsculas) con la descripción de los usos y costumbres de la época. Fue muy curioso descubrir la receta del "precursor del gazpacho", porque no hay que olvidar que el tomate provino de América y aún no había sido importado. También hay capítulos dedicados a la doctrina islámica y se explica por qué se usa la designación "moros" en lugar de "árabes" o "islámicos", dado que hubo sucesivas oleadas de ocupación por distintas tribus, que se aplicaban una variante u otra de la religión.

Todo lo anterior es interesante y curioso, pero a lo que verdaderamente saqué provecho fue a la parte final, a la que trata la situación del Islam en España en la actualidad y a los prejuicios que se tienen acerca de esta religión. No sólo el autor desmitifica el mito de las tres culturas al describir cómo había ventajas fiscales para los creyentes del Islam (lo cual propiciaba la conversión de los cristianos sometidos) y los correspondientes guetos para judíos y cristianos, que habían de distinguir su condición entre los musulmanes; también tira por tierra el mito de los herederos de Al-Ándalus, porque tras la Reconquista se expulsó a todos los moros y se repoblaron las tierras con cristianos del norte. Tampoco se libran las artes andalusíes, puesto que se mencionan estudios que las tildan de pobres copias de las modas imperantes en Oriente, importadas. Todos los mitos tirados por tierra, puesto que también intenta tirar, sin conseguirlo, la imagen del Islam como una religión ecuménica que persigue las libertades individuales, somete a las mujeres y divide el mundo entre "la casa del Islam" y "la casa de la guerra". Juan Eslava Galán intenta hacernos comprender que el término yihad (la guerra santa) no tenía el significado literal que se le da ahora; nos traslada entrevistas con españoles que se han convertido por su propia voluntad (y me cuesta creer que la gente pueda renunciar a determinadas libertades por temas religiosos); en definitiva, intenta separar lo que es la religión de los regímenes dictatoriales que la utilizan para gobernar los países islámicos. Sin embargo, en España aún no conseguimos sacudirnos la influencia de la Iglesia Católica en muchas cuestiones, así que ¿cómo podemos tolerar que lo haga una segunda religión, que admite que te conviertas a ella pero te castiga con la muerte si apostatas? Se trata de eliminar las subvenciones a los distintos credos, no de que los musulmanes trinquen de las arcas como ya hacen los curas. Y, lo más importante, ninguna sharia puede tener preeminencia sobre las leyes que gobiernan el país de acogida, mucho menos sobre los derechos humanos. Así que una religión que aspira a imponerse (esto es, igual que la que ya tenemos) no puede aceptarse sin recelos, esgrima el señor Eslava todos los argumentos que pueda esgrimir a su favor.

Y con esto y un bizcocho, hasta que me encuentre capaz de redactar algo coherente, que he perdido toda la costumbre :S

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