8.9.08

Pero el libro no es de Borges...

Indicaba en el post anterior que he leído muy poco durante el mes de septiembre y lo cierto es que dudo que lea mucho más: El bandido adolescente me estaba costando tanto trabajo que quise compaginarlo con Troya, de Gisbert Haefs, lo cual fue un error. No digo que la novela de Gisbert Haefs sea mala, que no lo es en absoluto, pero no es el suyo un estilo apto para autobuses atestados en horas en las que pesa la comida en el estómago (yendo al trabajo) o el cansancio de la jornada (a la vuelta), sin contar el sueño que suelo tener a esas horas... Dado que está inspirado en la epopeya homérica, el lenguaje empleado no es para nada coloquial, sino que es elaborado (sin ser manierista) y, aunque las partes narradas por Ulises me están fascinando, mi ignorancia sobre la situación en el mapa de los distintos países y el jaleo que me estoy montando con los nombres de las ciudades y sus gobernantes hace que no esté disfrutando demasiado con la lectura.

Sin embargo, antes de comenzar su propia novela, Haefs cita un fragmento del que no da más información que el nombre de su autor, Jorge Luis Borges, que es el que voy a fusilar vilmente. Lo copio entero, aunque la frase que verdaderamente me ha dado que pensar es "No podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno", porque es cierto que de un tiempo a esta parte disfruto mucho más cuando al bueno lo matan y a la heroína la humillan.

Sin más preámbulos, ahí va la cosa:

"Cuatro son las historias. Una, la más antigua, es la de una fuerte ciudad que cercan y defienden hombres valientes. Los defensores saben que la ciudad será entregada al hierro y al fuego y que su batalla es inútil; el más famoso de los agresores, Aquiles, sabe que su destino es morir antes de la victoria [...].

Otra, que se vincula con la primera, es la de un regreso. El de Ulises que, al cabo de errar diez años por mares peligrosos y de demorarse en islas de encantamiento, Vuelve a su Itaca; el de las divinidades del Norte que, una vez destruida la tierra, la ven surgir del mar, verde y lúcida, y hallan perdidas en el césped las piezas de ajedrez con que antes jugaron.

La tercera historia es la de una busca. Podemos ver en ella una variación de la forma anterior. Jasón y el vellocino; los treinta pájaros del persa, que cruzan montañas y mares y ven la cara de su dios, el Simurgh, que es cada uno de ellos y todos. En el pasado toda empresa era venturosa. Alguien robaba, al fin, las prohibidas manzanas de oro; alguien, al fin, merecía la conquista del Grial. Ahora, la busca está condenada al fracaso. El capitán Ahab da con la ballena y la ballena lo deshace; los héroes de James o de Kafka sólo pueden esperar la derrota. Somos tan pobres de valor y de fe que ya el happy-ending no es otra cosa que un halago industrial. No podemos creer en el cielo, pero sí en el infierno.

La última historia es la del sacrificio de un dios. Attis, en Frigia, se mutila y se mata; Odín, sacrificado a Odín. Él mismo se mata a Sí Mismo, pende del árbol nueve noches enteras y es herido de lanza; Cristo es crucificado por los romanos.

Cuatro son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas."

Esto me recuerda a cierta discusión en cierto foro con una escritora de fanfiction, que aducía que según mi argumentación ya estaba todo escrito. Y este fragmento glosa bien ese argumento que la experiencia está confirmando: cuanto más leo, más trabajo me cuesta encontrar una obra que me sorprenda y con más facilidad identifico ideas que ya vi en otras obras.

Supongo que me hago vieja.

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