22.3.09

Redescubriendo los clásicos infantiles

Hace muchísimo que no escribo por múltiples razones, que abarcan desde el trabajo a un viaje a Barcelona y Gerona, pasando por la compra de un coche nuevo, actividades de BookCrossing y sobre todo lecturas, muchas lecturas y muy provechosas. Estoy en una de esas rachas escasas y dichosas en las que todo lo que leo me gusta y me compensa por todas esas veces en las que terminar un libro ha sido un castigo autoimpuesto por esta maldita manía mía de no dejar nada inacabado. Aunque son muchos los títulos que quería comentar aquí y por mera falta de tiempo y exceso de desidia no he comentado, por azares del destino cayó en mis manos El porquerizo y otros cuentos, de Hans Christian Andersen y creo que éste sí merece unas palabras, porque me ha abierto los ojos en lo que respecta a los cuentos infantiles.

En cuanto a cómo llegó a mis manos este libro, fue por pura casualidad. No sé si he comentado en este blog (seguro que sí lo he hecho en otros) que los sábados por la mañana, en el Mercadillo Cultural del Pumarejo, montamos un puesto con el material de Hacklab Hackarena y libros de BookCrossing: aunque son dos entidades e inciativas separadas, ambas promueven un intercambio libre de la cultura y por tanto nos invitaron a tomar parte de sus actividades, de ahí que nos introdujeran en El Pumarejo. Allí hay una casa-palacio cuyo espacio se gestiona por los vecinos y se dedica a actividades culturales, de modo que han abierto una biblioteca exclusivamente con las donaciones de libros de los particulares y nos dejan que nos llevemos para liberar los ejemplares repetidos o los que no tienen cabida en su catálogo. Entre esos libros se encontraba éste y, como tenía sólo noventa y cuatro páginas y el cuento de El porquerizo no me sonaba de nada, decidí echarle un vistazo. Cuál no sería mi sorpesa al encontrarme algo así...

No negaré que tras leer Ludwig Kakumei de Kaori Yuki (que está completa y en inglés aquí) me dio por leer los cuentos de los hermanos Grimm y ya aquello me hizo reflexionar un poco, pero la lectura de estos cuentos de Andersen me ha hecho caer en la cuenta de cómo nos estafaron en nuestra niñez: allá donde yo leía cuentos edulcorados, con finales felices, animalitos que hablaban y princesas que cantaban, ahora encuentro un lenguaje conciso y una noción del castigo que más que moraleja parece pensada para infundir terror. En estos cuentos no se escatiman muertes, soledad, pérdidas o incluso venganza, todo en un lenguaje muy conciso y sin adornos que rara vez describe un final feliz o un punto de esperanza.

Si ahora me paro a pensar en el precio que pagó La sirenita por su amor imposible, lo crudo que resulta morir congelada o la dura condena que supone bailar eternamente, me maravillo de cómo me dejé cegar por la película de Disney (que tiene final feliz), por la idea de que la muerte de la pequeña vendedora fue dulce o porque nunca supe realmente si la dueña de los zapatos rojos murió de agotamiento, pero hoy he descubierto la mala leche absoluta. ¡Y pensar que con cosas así me educaron! ¡Luego querrán impedir que los niños vean la tele para mantenerlos ignorantes de la atrocidad! Pues si queréis una colección de atrocidades, ahí tenéis las que he leído hoy:

-El porquerizo: en la mayoría de los cuentos, la princesa altiva termina por ablandarse ante el amor verdadero y abnegado de su pretendiente. Sin embargo, en este caso, el príncipe despechado se permite la satisfacción de repudiarla a ella. Ni ella descubre el amor verdadero en las cosas sencillas, ni él está ahí, aguardándola, como debe hacer todo príncipe azul. Nada que ver con la idea que yo tenía de los cuentos de hadas.
-Los zapatos rojos: una cosa que me ha llamado la atención de estos cuentos es la importancia que se da a la asistencia a misa. La noción de Dios y de pecado está muy presente, aunque es aquí donde se lleva más al extremo... Aunque la protagonista, condenada por su presunción a bailar no muera de agotamiento sino que le son cortadas las piernas (una verdadera burrada, descrita en apenas dos frases con un desapego increíble, como quien ve amputar pies todos los días), ni aún así se le permite ser feliz porque, en el momento en logra redimirse, muere. Para aquellos que sean creyentes, les queda el consuelo de que muere de nuevo en la gracia de Dios, pero a mí eso de que te estalle el corazón de fervor religioso no me parece para nada una dádiva.
-El ruiseñor: quizá este cuento no tenga tanta mala baba como los demás. Además, dudo que en la época en que fue escrito se pudiera escribir alguna clase de metáfora sobre lo natural y lo artificial, aunque precisamente se desdeñe al ruiseñor real y se prefiera al mecánico porque el segundo es más hermoso, responde siempre de la misma manera, no falla nunca. A pesar de cómo se describe la agonía del Emperador, torturado por su conciencia, no es de los cuentos con más mala leche.
-La casa vieja: vale, aquí no se descuartiza a nadie, pero se habla de la soledad absoluta de los viejos, de lo triste que puede ser vivir rodeado de añoranza... Aunque haya un niño que se interesa por la vieja casa y su ocupante, eso no impide que la casa sea derruida y su inquilino muera solo, sin amigos. Es una historia bastante descorazonadora, llena de melancolía.
-El patito feo: creo que es el único que acaba bien... Y me ha gustado cierta parte del cuento que no conocía: el patito se refugia en una casa donde vive una vieja con un gato y una gallina y me hizo mucha gracia cómo la gallina habla el patito con soberbia, teniéndose por lo mejorcito de la sociedad, sólo superada por la vieja que los cuida. La estrechez de miras de la gallina y el gato me pareció una acertada crítica social, si es que el cuento de El patito feo tiene más moraleja que la típica que se le ha querido conferir desde siempre. Redundando en el tema del pecado, también es notable que al final se haga resaltar que su belleza no enturbió el corazón bondadoso del cisne, que ni buscó revancha ni se envaneció de su nuevo aspecto.
-Historia de una madre: es un cuento horrible. Una madre debe rescatar a su hijo de la muerte y en el camino debe llorar hasta que sus ojos se deshacen en llanto literalmente, apretar espinos contra su pecho... Si es una alegoría sobre los sacrificios de las madres, me ha quitado las pocas ganas de serlo que pudiera haber tenido, sin considerar el grado de miseria que describe y el giro inesperado del final. Cruel, muy cruel y muy deprimente.
-El abeto: desesperanzador, no digo más.
-La pastora y el deshollinador: poco puedo comentar de éste. Tiene algo parecido a un final feliz, también, aunque su desarrollo es más bien extraño.
-Enamorados: ¿qué se puede decir de un cuento cuya última frase es "Ocurre que cuando la novia ha estado cinco años en un canalón ensuciándose, ya no se la reconoce cuando se la vuelve a encontrar en el basurero"?
-La niña de los fósforos: es demasiado conocido, así que sobran los comentarios.
-Una historia de las dunas: el más largo de todos los contenidos en este librito mínimo, es un rosario de desgracias. Sin embargo, más que hacer notar que este cuento reúne lo peor de las pasiones humanas (celos entre amigos, desear a la mujer de otro, un encarcelamiento injusto, un asesinato, ¡es peor que cualquier culebrón!), me ha llamado mucho la atención la descripción que se hace de España. El autor visitó este país, pero en ese cuento hace acopio de un buen montón de tópicos...

No me ha quedado un análisis ni muy detallado ni muy acertado, pero ahí están enlazados todos los textos. Probad, por curiosidad, a leerlos, y decidme luego qué podía fascinarnos de estas historias cuando éramos pequeños :S

No hay comentarios: