4.8.08

Leídos por compromiso (II): Algo tan parecido al amor

Esta opinión tiene mucho de personal y subjetivo, así que intentaré separar mis histerias de la experiencia de la lectura para que nadie tenga que sufrir los culebrones que suelo montarme sola... Así que si alguien lee esto, que se sienta libre de saltarse los apartados que crea convenientes:

Cómo me llegó el libro
Tengo mucho que agradecerle a Montserrat, la chica de Clickart, porque siempre que alguna editorial le encarga una web promocional nos envía algún ejemplar del libro en cuestión para que lo hagamos circular. No se me escapa que esto implica publicidad gratuita, pero la muchacha es encantadora y muy atenta y por tanto esa labor de difusión se hace con mucho más gusto.

Ahora mismo no recuerdo cuál fue el motivo de que me enviara dos novelas de Ediciones Destino, si se trataba de una nueva línea editorial o si ambas novelas habían recibido algún tipo de premio, pero me comprometí a hacerlas circular y a comentarlas en foros y blogs y ya es el momento de cumplir lo pactado. Puesto que La muerte lenta de Luciana B. me pareció un pestiño, me ceñiré tan sólo a Algo tan parecido al amor, que me encantó.

Cada novela tiene su momento: mis circunstancias durante la lectura
Este apartado puede obviarse (iba a escribir que es obviable, pero la palabra obviable, según la RAE, no existe), porque imagino que a nadie le interesa leer mi diario y lo que voy a desglosar aquí es bastante personal... Pero también es el motivo por el que me gustó esta obra: si mis circunstancias hubieran sido diferentes, probablemente no hubiera soportado ni media página.

Cuando la novela llegó a mi casa, yo estaba enamorada y había cometido el error de creer que era correspondida. Puede parecer una tontería, pero en ese momento de mi vida yo estaba tan llena de incertidumbre por un lado (¿de veras era correspondida o tan sólo quería creer que lo era? Al final, sólo lo segundo, pero eso es otra historia) y tan feliz por otro (¡uaaaaa, estaba enamorada y el mundo estaba lleno de flores, mariposas y lazos!) que no podía ser más receptiva a este tipo de libro.

Para más inri, y para hacer hincapié en el tema de la incertidumbre, acababa de leer varios libros de ciencia-ficción (Una canción para Lya y Muero por dentro) que se sumaban a la larga lista de obras que tratan sobre las capacidades psíquicas y profundizan sobre el terrible aislamiento del ser humano. Ya lo dijo Carmen Martín Gaite, "El hombre es una multitud solitaria de gente, que busca la presencia física de los demás para imaginarse que todos estamos juntos", en tanto que en Una canción para Lya se riza el rizo de la telepatía para afirmar que el pensamiento tiene capas y capas y jamás la comunión entre dos personas alcanzará la más profunda de ellas, de modo que siempre habrá un rincón en el que seguiremos estando absolutamente solos y nadie podrá conocernos por completo... Es una perspectiva más bien desoladora, pero que yo encuentro cierta y coherente. Las almas no se funden, aunque ésa sea una bonita manera de describir el amor y la compenetración en la pareja y nunca se llega a conocer del todo a una persona.

¿Dónde quiero llegar con todo esto? Que Algo tan parecido al amor investiga cómo experimenta el amor cada persona, lo representa no sólo como una experiencia única para cada individuo, sino nueva cada vez, y en ese momento yo tenía el cacao mental preciso para recibir con naturalidad y agrado semejante imagen.

Ahora sí: Algo tan parecido al amor, de Carmen Amoraga
Esta novela, que fue finalista del Premio Nadal en el año 2007, cuenta la historia de tres amigas: la primera de ellas acaba de romper su relación con un hombre casado que para más inri era su jefe; la segunda rompió el corazón de un hombre y años más tarde se ha enamorado de él y ha iniciado una relación tormentosa, ya que él la sigue amando pero se ha casado con la mujer que le ayudó a rehacer su vida tras la ruptura; y la tercera es un ama de casa corriente y moliente que lidia con sus niños, una peluquería, su casa y su marido. Es curioso que al ama de casa la pinte más gordita, más del montón, en tanto que las adúlteras sean mega-fashion.

Estos tres personajes sirven de eje para explorar cuántas formas de amor hay y cómo cada persona enfoca una relación desde su propia percepción de este sentimiento. Un compañero becero (ains, Lukin, tengo que escribirte un mail o algo, que hace siglos que no sé de ti) afirmó que a él le parecía una visión femenina, contada desde el sufrimiento y la entrega, pero yo no lo vi así: de hecho, el personaje más sufriente de esta obra es un hombre, que puteado y pisoteado por una mujer se sumió en la degradación al perderla y acudió cual perrito faldero al llamado de ella a pesar de haber conseguido rehacer su vida. Quizá ésta sea la más tormentosa de todas las relaciones descritas, la que más sufrimiento causa a todos los implicados, porque el adúltero no sólo sufre por no poder revivir libremente el amor que perdió y que ahora sí es correspondido, sino porque también lastima a una inocente, a la mujer que lo ayudó a salir del bache y que me resultó un personaje muy dulce y muy digno.

Lo bueno de esta novela es que, tal y como se promete en la portada, explora todas las modalidades del amor. Por ejemplo, el jefe de una de las protagonistas (lo siento, no me acuerdo del nombre de ninguno de los personajes) se acuesta con cualquiera, pero ama a su mujer porque el entendimiento con ella es perfecto. Ambos respetan sus inteligencias y se valoran, de modo que él es infiel y ella consiente la infidelidad porque su relación se basa más en los intereses mutuos y en los objetivos comunes. Más aún, cuando la amante despechada le reprocha que ella sabe bien cuándo está triste, cuándo alegre y cuándo inquieto sólo por la inclinación de sus hombros o la tensión en los músculos de su rostro, el jefe le responde que qué tipo de amor es ése y cómo se atreve a afirmar que lo conoce mejor que nadie, si no sabe a qué se debe esa tristeza, esa alegría o esa inquietud. Este pasaje en concreto me pareció muy significativo, porque me hizo volver sobre todas aquellas lecturas que ahondan en la capacidad de empatizar con los demás y en la incomunicación que todos sufrimos desde que no hay más puente que las palabras para unirnos. Nadie puede leer el pensamiento de otro y, por tanto, eso que le reprocha el jefe a la amante es achacable a todos. Nunca jamás llegamos a conocer del todo a quien tenemos más cerca.

A pesar de que la primera de las mujeres haga gala del amor entregado, sumiso, y su jefe represente al típico cabrón incapaz de amar (es su afecto por su esposa algo frío, racional, calculado), quizá la faceta más autodestructiva esté representada por la segunda pareja. Aquí también se manifiestan diversos aspectos de las relaciones de hoy en día, ya que estos personajes son estereotipos muy marcados: ella estaba loca por un gamberro cualquiera, por un chulo ligón que la dejó, en tanto que él era el devoto, el que estaba allí a su disposición para ser pisado a pesar de ser el chico que toda madre sueña para su hija. Tan malo es estar con quien no se quiere con tal de no estar sola como aguantar lo inaguantable en nombre de un amor no correspondido (ese tipo de heroicidades quedan muy bien en las novelas rosas para adolescentes, pero en la vida real suponen una carga insoportable) y éste es el papel que desempeñan ambos personajes al principio. El siguiente giro argumental quizá sea previsible, dado que ella descubre que lo ama mucho después de haberle roto el corazón, con lo cual se nos introduce en otro topicazo: los amantes que sienten verdadera devoción el uno por el otro, el verdadero amor enturbiado por la presencia de la esposa legítima. Salvo que esta vez la esposa es dulce y entregada y no se nos ahorra que la amante puede sentir tantos celos y tanta angustia por el hombre que se marcha al hogar como si ella fuera la legítima.

Las adúlteras desgranan sus desgracias ante su amiga casada y ésta parece ser la voz de la razón entre tanta vorágine sentimental: quizá la suya sea la historia de amor más dulce, aunque sólo sea porque es la más calmada, la más normal. Incluso la ruptura de su matrimonio es la menos traumática, pero sirve para explorar esas relaciones "de toda la vida", el amor que no es ni una gran pasión, ni una vía de escape, sino algo basado en la convivencia y en los pequeños detalles. Me resultó curioso (y me disgustó mucho), que Amoraga finalice la obra haciendo felice a las "destrozahogares" en tanto destroza el hogar estable, pero el dilema del feliz padre de familia sumido en la rutina que tiene que asimilar que se ha fijado en otra y que eso tiene que ser síntoma de que no era tan feliz se narra de una forma tan dulce que, como ya dije, el proceso de separación no es para nada traumático.

En conclusión: cada uno cuenta la feria según le va y, de manera similar, cada uno siente de la forma en que sus propias inclinaciones le permiten, cosa que queda perfectamente expuesta en este libro. Yo lo disfruté horrores, incluso me arrancó alguna lagrimilla pero... Bueno, yo estaba sensible :P Me pareció una obra realista, que abarca buena parte de las situaciones que uno puede encontrar, algo muy humano y bien narrado.

Insisto, sin embargo, que cuando lo leí no podía ser parcial, así que cada uno juzgue por su cuenta: el libro está disponible en mi estantería becera para aquél que quiera darle una oportunidad.

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