17.8.08

Una pena, lo de la edición...

No suelo estar al tanto de las novedades editoriales, sino que suelo ir a las tiendas y mirar. En Nostromo, la tienda donde compro el manga, sí tengo localizados los lanzamientos de manga de cada semana, porque los colocan siempre en la misma estantería, pero en el resto de librerías me limito a mirar y a llevarme la edición de bolsillo que me llame la atención en ese momento. Por tanto, lo mío como Mouse Guard: otoño 1152 fue amor a primera vista: no sabía ni de qué iba, ni quién era el autor, ni cuánto me iba a costar la broma, ¡nada!, pero esos tres ratoncitos asomando por entre el follaje, tan lindos pero tan aguerridos a la vez, me robaron el corazón al verlos allí expuestos en su correspondiente estante. Sumémosle a eso que me gusta mucho todo lo que esté ambientado en el medioevo y ya tenemos a la Carbo rumiando todo el día "Joder, es que son veinte euros, ¡pero lo quiero! Más adelante, más adelante, que son veinte euros, ¡pero lo quiero!". Sucedió lo que tenía que suceder y cuando fui a comprarlo, ya no quedaban ejemplares, de modo que tuve que encargarlo y armarme de paciencia.



Lo cierto es que encargué el tomo y seguí acumulando las ganas de leerlo sin buscar información al respecto, así que nada sé de los premios que ha acumulado esta obra ni de la vida y milagros de su autor. Tan sólo sé que ayer recogí el cómic de la tienda y, tras leerlo, tres son las conclusiones: la primera, que me ha gustado mucho y ha sido dinero bien invertido, es un tomo precioso y entretenido; la segunda, que yo esperaba un reflejo de la sociedad medieval y sin embargo no se trata de una obra histórica en absoluto, lo único que hay aquí de la Edad Media son los atuendos, los artesanos y los escenarios; la tercera, que es una pena lo que Norma ha hecho con los diálogos y la tipografía.

Como decía, yo esperaba realmente una adaptación de algún hecho significativo acontecido en otoño de 1152 en algún país europeo. Como no tengo ni idea de Historia (soy de ciencias puras y lo que estudié sobre esta materia en la EGB y en el instituto ya me queda muy lejos), no sabía muy bien qué hechos serían esos, pero Mouse Guard parte de una supuesta guerra contra las comadrejas que ha dejado el país de los ratones en un estado de inseguridad y no conseguí encontrar ninguna analogía con la historia real. Sin embargo, a pesar de que al principio me desilusionó un poco, mi desdicha duró poco: tras la guerra, los caminos son inseguros y los guardianes (los componentes de la Guardia Ratón que da título a la obra) son los encargados de garantizar que las caravanas, con sus mercancías y viajeros, lleven sus viajes a buen término, así como vigilar a los predadores y salvaguardar las fronteras. La organización es un matriarcado, y es la matriarca Gwendolyn quien envía a los tres protagonistas a la búsqueda de un mercader de grano desaparecido. A raíz de esta búsqueda se desentrañará un complot que conspira contra el matriarcado y que pretende levantar al pueblo en armas en virtud de una vieja leyenda: la de un guardián conocido como el Hacha Negra.

No cuento aquí nada que no destripe Norma en la sinopsis que ha colgado del tomo en su web, así que no os asustéis...

Como decía, nada de Historia en el tomo, pero las ilustraciones me dejaron tan epatada que la trama era lo de menos. Una trama entretenida, dinámica, con algún giro un tanto extraño en alguna ocasión (por ejemplo, el desempeño de Liaem en el ejército rebelde, que no me quedó claro por qué se descubre de esa manera, o por qué se perdona la vida de los otros dos y cómo llegan a casa del ermitaño), pero desarrollada mediante unas imágenes increíbles. Se trata de una obra muy hermosa, no sólo por el grado de detalle en los paisajes, en las ciudades, en el interior de las casas, ni por la expresividad de los ratoncitos, sino por esas páginas en las que se narra la leyenda del Hacha Negra como si se leyera de un códice antiguo o las ilustraciones finales: hay una en la que Sadie (una guardiana) está avivando el fuego de una chimenea y el estudio de luces es increíble. Todo el tomo es un regalo para los ojos y sólo por eso ya merece la pena pagar los veinte euros.

La historia está dividida en cinco capítulos. Cada uno de ellos está encabezado por un texto sobre los guardianes y algún párrafo significativo sobre alguna obra relacionada con esta organización y su ética, lo cual siempre da entidad a la ficción que se está leyendo y por tanto es un detalle que a mí me gusta mucho. Para más inri, y aquí sí se ve Edad Media, hay un apéndice que narra cómo es la sociedad de los ratones y se describen los diferentes oficios de los habitantes de las ciudades: hay preciosas escenas de alfareros, molineros, panaderos, carpinteros y los diversos aperos que utilizan. Sin embargo, no sólo ética y antropología (¿ratonpología?) vive el hombre y a mí siempre me han gustado las escenas de lucha con espadas, así que éstas tampoco faltan en el desarrollo de la acción. Se trata de una historia bastante movidita.

¿La pega? Que Norma no debe haberle pagado a sus correctores, porque he encontrado tiempos compuestos en los que le falta la hache al verbo haber, Sadie es a veces macho (durante el segundo capítulo) y a veces hembra (al final, cuando Gwendolyn cuenta cuál va a ser el destino de sus guardianes), las vasijas adornadas están "gravadas" (será que, lógicamente, con el adorno cuestan más caras o pagan impuestos como artículos de lujo), algunos signos de interrogación están puestos al azar y algunas palabras se interrumpen de una forma totalmente anómala ("cor-red", he llegado a ver). Todo esto estropea el magnífico escenario en que se desarrollan estos diálogos tan pésimamente escritos, sin contar que la fuente escogida es muy sosa y a veces parece excesivamente grande para los bocadillos. Comprendo que los bocadillos son muy pequeñitos, pero la letra a veces se solapa con el borde de estos y parece metida con calzador. Para más inri, las comas se parecen sospechosamente a los puntos y, claro, si unimos una puntuación complicada a una ortografía horrenda, el resultado no es muy alentador.

En conclusión, es una pena lo que Norma ha hecho con este cómic, porque he disfrutado muchísimo hojeándolo pero me han estropeado la lectura. Aún así, quiero saber cómo pasarán el invierno los ratoncitos y probablemente vuelva a gastarme veinte euros en un tomo similar...

¿El siguiente dispendio de este estilo? Estoy esperando a que me traigan Midnight Nation, aunque esta vez se trata de una obra que leí hace mucho tiempo, en otro formato, y sólo quiero tener mi propio ejemplar para poder releerlo y ver si me sigue gustando tanto como la primera vez.

10.8.08

Leído por compromiso (III): Sexualmente

Introducción: por qué leí este libro
Confieso que esto, más que un compromiso, fue una coincidencia: vuelvo a trabajar para Orange, de nuevo en Atención al Canal (menos mal, no podría soportar trabajar de nuevo en Atención al Cliente, porque cuando alguien habla veintidós horas y reclama que su factura es muy alta el no poder contestar "Pues no haber hablado tanto, subnormal" genera bastante estrés) y he vuelto a coincidir con compañeras que ya más que compañeras son amigas. Tenemos muy buen trato y muy buen rollo y a pesar de lo rutinario del trabajo, los ordenadores lentos, las claves que caducan, los programas que no podemos usar porque o bien no hay claves o bien van demasiado lentos, etc, estos diez días que llevo siendo de nuevo alguien productivo para la sociedad han sido una delicia gracias al buen ambiente. Me lo paso bien en el trabajo y encima me pagan, lo cual es un gustazo.

Entre estas compañeras se encuentra una chica que no tiene pudor en contar sus experiencias sexuales mientras almorzamos. Yo no suelo tener mucho que contar al respecto, pero nunca me ha dado pudor o vergüenza hablar del tema; sin embargo, considero que si a los tres meses de relación ya vas sacando por ahí las esposas y las abrazaderas para los pezones, a los tres años tendrás que echar mano de las cuchillas de afeitar, los arneses y las cadenas para que no se enfríe la relación... No obstante, con esta amiga y sus historias nos hartamos de reír y por tanto no nos extraña que lleve en el bolso obras como Fanny Hill (que no terminé de leer, la verdad), Filosofía del tocador (con la cual me siento estafada, porque me habían dicho que era muy fuerte y por tanto creo que mi edición estaba censurada) o cualquier otra joya de la literatura erótica. Le gusta el género, a la chica (y, por lo que cuenta, no se corta en llevar a la práctica cualquier idea que pueda encontrar en esas novelas y que le llame la atención... Tiene más peligro que una caja de bombas).

Bien, hace un par de días me fui un par de horas antes al trabajo para almorzar con mis compañeras de turno partido y esta muchacha comentó que ya le habían devuelto el libro de Nuria Roca, que había estado circulando por toda la plataforma, de mano en mano. Yo ni siquiera sabía que Nuria Roca hubiera escrito un libro y, como siempre he visto a esta chica tan modosita y tan mona, no me esperaba que versase sobre sexo. Entonces mi compañera me dijo que, puesto que del trabajo se iba directamente a Santa Justa a coger el AVE (se iba de vacaciones) y toda la plataforma ha leído el libro excepto yo, que me lo quedase y se lo devolviera a su regreso, para que así ella no tuviese que pasearlo por España.

Yo he leído poca literatura erótica: empecé y abandoné Fanny Hill, porque el ejemplar que pasó por mi casa era de BookCrossing y estaba destinado a otra usuaria, de modo que tuve que pasarlo y no me dio tiempo a mediarlo siquiera; como ya indiqué, estoy convencida de que el ejemplar de Filosofía del tocador, del Marqués de Sade, que compré era una versión reducia o censurada, porque no me escandalizó en absoluto y ni siquiera le supe encontrar la vertiente pornográfica; y cuando leí la trilogía de La Bella Durmiente yo era demasiado inocente e inexperta como para encontrarle el chiste a lo que leía. Es más, tantos años después sigo siendo demasiado inocente e inexperta, porque sigo pensando que eso no era literatura erótica, sino pornografía pura debido a la crudeza con que se describe el acto sexual, sin contar que hay que él debe tenerla de un tamaño considerable y ambos deben ser muy, muy, muy flexibles para que lo ahí se cuenta sea factible. Sea como sea, no he cultivado demasiado este tipo de lecturas, así que no sabía qué iba a encontrar en este libro.

Sexualmente, de Nuria Roca
En primer lugar, decir que ni siquiera sabía que Nuria Roca tuviera un consulturio "sexymental" en el programa de radio de Pablo Motos. Como apenas veo la tele, ni escucho la radio, nunca me entero de las novedades editoriales, ni musicales, ni de las noticias, ni de nada, así que recordaba a Nuria Roca como una muchacha muy guapa que parecía muy dulce y que hacía años presentaba el Waku-waku y no sabía qué esperar de Sexualmente: si bien en la contraportada ponía que "si lo lees vas a entretenerte, soprenderte, divertirte y excitarte", mis compañeras lo resumen como "Es la tía contando cómo se folla todo lo que se le pone por delante". De modo que comencé la lectura sin tener mucha idea de por qué esta mujer publicaba este tipo de libro ni qué tipo de libro era exactamente.

El libro es rosa fucsia, delgadísimo (ciento ochenta y una páginas), con una letra enorme y sólo cincuenta y tres capítulos de apenas tres o cuatro páginas de extensión. Sólo su presentación ya anunciaba que estaba ante una frivolidad cualquiera para echar el rato y apenas comencé la lectura supe que era algo para leer y olvidar, a menos que cuando vuelva la dueña del libro queramos comentar algunas cosas para reírnos un rato. No es una novela, desde luego, y por más que la autora diga "Todo lo que cuento en este libro es completamente cierto, aunque no haya pasado", me da que incluye alguna que otra exageración. Aunque hoy en día se lleve mucho el estar liberado sexualmente y a los pobres que manifestamos poca actividad en ese campo se nos mire por encima del hombro, no creo que nadie admitiese alegremente en público que se follaba a su masajista sólo para que le diera cita cuando a ella le conviniese. O quizá yo esté anticuada y por eso no creo que alguien que en estos momentos pueda mantener una relación estable (o esté casada, que ya digo que no sé cómo estará Nuria Roca) cuente con tranquilidad que el escribir este libro le brindó la opción de tirarse a su editor. Pero supongo que lo mejor es empezar desde el principio:

Si algo hay que reconocerle a la autora es que admite dos cosas: una, que todo es lícito en el sexo siempre y cuando la persona que lo practique contigo consienta (es buenísimo el capítulo en que ella alaba el gusto de aquél que le dé a la dendrofilia, pero indica que no es lo que ella elegiría) y que por tanto "las guarrerías" no son tales cuando se disfrutan. Todo lo que cuenta es un alegato en pro del goce del propio cuerpo y sus posibilidades y deplora la mojigatería. En segundo lugar, también admite que ella no es nadie como para escribir un libro "serio", que no es sexóloga y que, dado que cada uno cuenta la feria según le va, ella no es quién para dar consejos a nadie. La frase "Espasa me propuso escribir un libro de sexo, aprovechando el éxito del Consultorio Sexymental que hacía en el programa matinal de Pablo Motos en M80, y expolotando que soy un personaje público, que ahora según parece es el principal reclamo para vender libros" me pareció de una sinceridad admirable. Por tanto, el libro está escrito desde dos supuestos, que cada uno cuenta la feria según le va y que ella es comunicadora, pero no escritora, y sabiendo esto es fácil imaginar lo que nos vamos a encontrar.

Como ya dije, Nuria Roca cuenta en cada capítulo alguna experiencia sexual: que si un trío fallido, que si intercambio de parejas, que si una experiencia lésbica, que si la primera vez, que si la infidelidad... Sobre el tema de la infidelidad vuelve varias veces, para insistir en que el sexo es algo físico que nada tiene que ver con el amor. También hace algún inciso para hablar de la monotonía que se instaura en la convivencia, de que a veces los medios son peores que la Inquisición a la hora de juzgar la vida y hábitos de los famosos, o de cómo la sexualidad varía según la edad. Pero, básicamente, toda la obra se puede resumir en lo que ya he dicho, que son batallitas que (en teoría) ha librado la autora.

Insisto en que es un libro de usar y tirar. Puede que a veces emplee esta misma expresión para libros de fantasía épica sin ninguna profundidad y que no me han dejado ninguna impresión duradera, pero éste en concreto es aún más fatuo y prescindible. Se agradece la carencia de pretensiones literarias y quizá moleste un poco que la autora hable de las mujeres cuyo físico envidia o de sus supuestos defectos, porque a la vista está que a la chica no le sobra ni un gramo y que es guapa, de modo que ese tipo de comentarios chirría un poco, pero dudo que dentro de un mes recuerde haber leído esto.

Sacado de El catalejo lacado

No tengo demasiadas ganas de meterme a analizar en profundidad la trilogía de la Materia Oscura, de Philip Pullman: él mismo reconoce que su trabajo bebe de sus lecturas y hay ideas en su obra que no son nuevas en absoluto, pero a cambio introduce tantos conceptos originales que la mera idea de la obra ya es maravillosa. Sin embargo, para mi gusto, le falla el ritmo narrativo, porque se ha tratado de una lectura que me ha emocionado en muy contadas ocasiones a pesar de la gran cantidad de acción que contiene. Yo soy así de rara y sólo me gusta lo que leo cuando puedo conectar de alguna manera con la historia y los personajes. Con la Materia Oscura he sido una espectadora ajena a los acontecimientos y eso supone demasiada frialdad como para sumarme a la legión de adoradores de esta obra.

No obstante, me quedo con un párrafo que describe bien lo ajenos que siento a veces determinados aspectos de mi propia vida:

"El amor era como China: sabías que existía, y debía de ser muy interesante, y algunas personas iban allí, pero yo no iría. No iría jamás en la vida a China, pero no importaba, porque podía visitar el resto del mundo."

4.8.08

Leídos por compromiso (II): Algo tan parecido al amor

Esta opinión tiene mucho de personal y subjetivo, así que intentaré separar mis histerias de la experiencia de la lectura para que nadie tenga que sufrir los culebrones que suelo montarme sola... Así que si alguien lee esto, que se sienta libre de saltarse los apartados que crea convenientes:

Cómo me llegó el libro
Tengo mucho que agradecerle a Montserrat, la chica de Clickart, porque siempre que alguna editorial le encarga una web promocional nos envía algún ejemplar del libro en cuestión para que lo hagamos circular. No se me escapa que esto implica publicidad gratuita, pero la muchacha es encantadora y muy atenta y por tanto esa labor de difusión se hace con mucho más gusto.

Ahora mismo no recuerdo cuál fue el motivo de que me enviara dos novelas de Ediciones Destino, si se trataba de una nueva línea editorial o si ambas novelas habían recibido algún tipo de premio, pero me comprometí a hacerlas circular y a comentarlas en foros y blogs y ya es el momento de cumplir lo pactado. Puesto que La muerte lenta de Luciana B. me pareció un pestiño, me ceñiré tan sólo a Algo tan parecido al amor, que me encantó.

Cada novela tiene su momento: mis circunstancias durante la lectura
Este apartado puede obviarse (iba a escribir que es obviable, pero la palabra obviable, según la RAE, no existe), porque imagino que a nadie le interesa leer mi diario y lo que voy a desglosar aquí es bastante personal... Pero también es el motivo por el que me gustó esta obra: si mis circunstancias hubieran sido diferentes, probablemente no hubiera soportado ni media página.

Cuando la novela llegó a mi casa, yo estaba enamorada y había cometido el error de creer que era correspondida. Puede parecer una tontería, pero en ese momento de mi vida yo estaba tan llena de incertidumbre por un lado (¿de veras era correspondida o tan sólo quería creer que lo era? Al final, sólo lo segundo, pero eso es otra historia) y tan feliz por otro (¡uaaaaa, estaba enamorada y el mundo estaba lleno de flores, mariposas y lazos!) que no podía ser más receptiva a este tipo de libro.

Para más inri, y para hacer hincapié en el tema de la incertidumbre, acababa de leer varios libros de ciencia-ficción (Una canción para Lya y Muero por dentro) que se sumaban a la larga lista de obras que tratan sobre las capacidades psíquicas y profundizan sobre el terrible aislamiento del ser humano. Ya lo dijo Carmen Martín Gaite, "El hombre es una multitud solitaria de gente, que busca la presencia física de los demás para imaginarse que todos estamos juntos", en tanto que en Una canción para Lya se riza el rizo de la telepatía para afirmar que el pensamiento tiene capas y capas y jamás la comunión entre dos personas alcanzará la más profunda de ellas, de modo que siempre habrá un rincón en el que seguiremos estando absolutamente solos y nadie podrá conocernos por completo... Es una perspectiva más bien desoladora, pero que yo encuentro cierta y coherente. Las almas no se funden, aunque ésa sea una bonita manera de describir el amor y la compenetración en la pareja y nunca se llega a conocer del todo a una persona.

¿Dónde quiero llegar con todo esto? Que Algo tan parecido al amor investiga cómo experimenta el amor cada persona, lo representa no sólo como una experiencia única para cada individuo, sino nueva cada vez, y en ese momento yo tenía el cacao mental preciso para recibir con naturalidad y agrado semejante imagen.

Ahora sí: Algo tan parecido al amor, de Carmen Amoraga
Esta novela, que fue finalista del Premio Nadal en el año 2007, cuenta la historia de tres amigas: la primera de ellas acaba de romper su relación con un hombre casado que para más inri era su jefe; la segunda rompió el corazón de un hombre y años más tarde se ha enamorado de él y ha iniciado una relación tormentosa, ya que él la sigue amando pero se ha casado con la mujer que le ayudó a rehacer su vida tras la ruptura; y la tercera es un ama de casa corriente y moliente que lidia con sus niños, una peluquería, su casa y su marido. Es curioso que al ama de casa la pinte más gordita, más del montón, en tanto que las adúlteras sean mega-fashion.

Estos tres personajes sirven de eje para explorar cuántas formas de amor hay y cómo cada persona enfoca una relación desde su propia percepción de este sentimiento. Un compañero becero (ains, Lukin, tengo que escribirte un mail o algo, que hace siglos que no sé de ti) afirmó que a él le parecía una visión femenina, contada desde el sufrimiento y la entrega, pero yo no lo vi así: de hecho, el personaje más sufriente de esta obra es un hombre, que puteado y pisoteado por una mujer se sumió en la degradación al perderla y acudió cual perrito faldero al llamado de ella a pesar de haber conseguido rehacer su vida. Quizá ésta sea la más tormentosa de todas las relaciones descritas, la que más sufrimiento causa a todos los implicados, porque el adúltero no sólo sufre por no poder revivir libremente el amor que perdió y que ahora sí es correspondido, sino porque también lastima a una inocente, a la mujer que lo ayudó a salir del bache y que me resultó un personaje muy dulce y muy digno.

Lo bueno de esta novela es que, tal y como se promete en la portada, explora todas las modalidades del amor. Por ejemplo, el jefe de una de las protagonistas (lo siento, no me acuerdo del nombre de ninguno de los personajes) se acuesta con cualquiera, pero ama a su mujer porque el entendimiento con ella es perfecto. Ambos respetan sus inteligencias y se valoran, de modo que él es infiel y ella consiente la infidelidad porque su relación se basa más en los intereses mutuos y en los objetivos comunes. Más aún, cuando la amante despechada le reprocha que ella sabe bien cuándo está triste, cuándo alegre y cuándo inquieto sólo por la inclinación de sus hombros o la tensión en los músculos de su rostro, el jefe le responde que qué tipo de amor es ése y cómo se atreve a afirmar que lo conoce mejor que nadie, si no sabe a qué se debe esa tristeza, esa alegría o esa inquietud. Este pasaje en concreto me pareció muy significativo, porque me hizo volver sobre todas aquellas lecturas que ahondan en la capacidad de empatizar con los demás y en la incomunicación que todos sufrimos desde que no hay más puente que las palabras para unirnos. Nadie puede leer el pensamiento de otro y, por tanto, eso que le reprocha el jefe a la amante es achacable a todos. Nunca jamás llegamos a conocer del todo a quien tenemos más cerca.

A pesar de que la primera de las mujeres haga gala del amor entregado, sumiso, y su jefe represente al típico cabrón incapaz de amar (es su afecto por su esposa algo frío, racional, calculado), quizá la faceta más autodestructiva esté representada por la segunda pareja. Aquí también se manifiestan diversos aspectos de las relaciones de hoy en día, ya que estos personajes son estereotipos muy marcados: ella estaba loca por un gamberro cualquiera, por un chulo ligón que la dejó, en tanto que él era el devoto, el que estaba allí a su disposición para ser pisado a pesar de ser el chico que toda madre sueña para su hija. Tan malo es estar con quien no se quiere con tal de no estar sola como aguantar lo inaguantable en nombre de un amor no correspondido (ese tipo de heroicidades quedan muy bien en las novelas rosas para adolescentes, pero en la vida real suponen una carga insoportable) y éste es el papel que desempeñan ambos personajes al principio. El siguiente giro argumental quizá sea previsible, dado que ella descubre que lo ama mucho después de haberle roto el corazón, con lo cual se nos introduce en otro topicazo: los amantes que sienten verdadera devoción el uno por el otro, el verdadero amor enturbiado por la presencia de la esposa legítima. Salvo que esta vez la esposa es dulce y entregada y no se nos ahorra que la amante puede sentir tantos celos y tanta angustia por el hombre que se marcha al hogar como si ella fuera la legítima.

Las adúlteras desgranan sus desgracias ante su amiga casada y ésta parece ser la voz de la razón entre tanta vorágine sentimental: quizá la suya sea la historia de amor más dulce, aunque sólo sea porque es la más calmada, la más normal. Incluso la ruptura de su matrimonio es la menos traumática, pero sirve para explorar esas relaciones "de toda la vida", el amor que no es ni una gran pasión, ni una vía de escape, sino algo basado en la convivencia y en los pequeños detalles. Me resultó curioso (y me disgustó mucho), que Amoraga finalice la obra haciendo felice a las "destrozahogares" en tanto destroza el hogar estable, pero el dilema del feliz padre de familia sumido en la rutina que tiene que asimilar que se ha fijado en otra y que eso tiene que ser síntoma de que no era tan feliz se narra de una forma tan dulce que, como ya dije, el proceso de separación no es para nada traumático.

En conclusión: cada uno cuenta la feria según le va y, de manera similar, cada uno siente de la forma en que sus propias inclinaciones le permiten, cosa que queda perfectamente expuesta en este libro. Yo lo disfruté horrores, incluso me arrancó alguna lagrimilla pero... Bueno, yo estaba sensible :P Me pareció una obra realista, que abarca buena parte de las situaciones que uno puede encontrar, algo muy humano y bien narrado.

Insisto, sin embargo, que cuando lo leí no podía ser parcial, así que cada uno juzgue por su cuenta: el libro está disponible en mi estantería becera para aquél que quiera darle una oportunidad.

3.8.08

Leídos por compromiso (I): El eterno regreso a casa

Supongo que la palabra "compromiso" he de emplearla aquí con algún matiz, dado que yo misma elegí el título: una amiga me preguntó si quería colaborar en Sedice, una web donde ella escribe reseñas sobre libros, y cuando acepté y me admitieron éste era el título disponible que más me llamó la atención. No es que yo sea una incondicional de la autora, Ursula K. Le Guin, pero leí con fascinación cuatro de los libros de Terramar hace varios años, he encontrado muchos relatos suyos en diferentes recopilaciones de ciencia ficción y fantasía y disfruté muchísimo con Cuatro caminos hacia el perdón, así que estaba interesada en seguir leyendo su obra y por tanto elegí El eterno regreso a casa sin que me arredrasen sus setecientas sesenta y siete páginas ni el que fuera un tratado de antropología inventada. Más miedo me da escribir una reseña objetiva en un sitio serio, estando como estoy habituada a contar mis experiencias personales y mis impresiones y no a emitir juicios serios y razonados (es más, en esa página parece que la gente sabe de lo que habla y yo soy lega en la materia literaria a pesar de haber leído cuanta fantasía y ciencia ficción han caído en mis manos).

Como decía, me enviaron un ejemplar promocional de esta obra para que la leyera y comentara. Cuando solicité hacerme cargo de reseñarla, no estaba preparada para lo que iba a recibir, ¡es un volumen hermosísimo! Es inmenso, nada cómodo para leer en la cama, en el autobús o en la playa, porque es tan voluminoso que las muñecas (si lo coges en peso) o el esternón (si te lo apoyas en el pecho) sufren las consecuencias de la ausencia de una mesa u otra superficie en que depositarlo durante la lectura, pero a cambio es impresionante: tapa dura con sobrecubierta, la parte interior de la tapa ilustrada, gran profusión de mapas, croquis, dibujos e ilustraciones en el interior... Además, el tamaño de la letra es adecuado, casi diría que grande, de modo que las páginas no se ven abarrotadas de texto y por tanto la lectura no se hace cuesta arriba (a veces, la letra pequeña me hace pensar que tengo demasiado aún por leer y consigue que la obra se me haga más larga; es subjetivo, pero es algo que me ocurre en ocasiones). Sólo eché de menos un punto de lectura de tela. No sólo porque ese tipo de edición suele incluirlo y casi lo pide a gritos para redondear una presentación perfecta, sino porque las notas de traducción u observaciones de la autora no están a pie de página, sino al final del capítulo, y el glosario se encuentra al final, de modo que resulta incómodo ir pasando páginas para buscar las aclaraciones y no estaría de más poderlas señalar con el punto para evitar interrupciones.

Por tanto, la primera impresión fue muy favorable. Es literalmente un libro muy bonito, si nos atenemos a lo físico, de modo que afronté la lectura con placer. Además, tras una breve introducción en que la autora anuncia que reserva la parte árida para el final, por si alguien quiere obviarla, y un par de páginas en las que la antropóloga protagonista nos habla de la arqueología y de la búsqueda de los kesh (la civilización sobre la que versa la obra), El eterno regreso a casa comienza con la primera parte del relato de Piedra Parlante y te atrapa por completo. Se trata de la historia de Piedra Parlante, una mujer kesh que tuvo contacto con otras culturas, y en esta primera parte habla con naturalidad de las wakwa, de bailar el Vino, de seguir el camino del Puma, con lo cual nos va introduciendo en los usos y costumbres de su pueblo de forma fluida y sencilla. La pega es la que ya dije, que las notas correspondientes están al final del capítulo y hay que andar avanzando y retrocediendo por el tomo, lo cual ralentiza la lectura y supone una severa interrupción, de ahí que echase de menos la presencia de un marcapáginas o de un punto de tela. No obstante, esta primera parte ya nos revela un pueblo espiritual, que basa su religión en la espiral y que por sus referencias al Oso, al Puma, al Coyote, al uso de arco y flechas, puede recordar a los indios americanos (de hecho, la civilización kesh que se describe en esta obra se sitúa en el Valle de California) y plantea suficientes interrogantes como para desear continuar con la lectura.

Sin embargo, aquí comienza la disyuntiva... A nadie se le oculta que Le Guin es una gran creadora de sociedades y mundos y en esta obra se ha permitido explayarse a gusto, salvo que El eterno regreso a casa no es una novela y la autora se ha dedicado única y exclusivamente a recrear la cultura kesh. No puedo negar que lo ha hecho perfectamente: ya dije que los kesh me recuerdan a los indios americanos y la autora ha empleado el tono narrativo adecuado para manifestar cierta mezcla de ingenuidad y misticismo, serenidad y armonía con la naturaleza, una concepción de estar fuera del tiempo y de pertenecer a un todo. Al dominio de la prosa se une el que no haya descuidado ni un solo detalle. Aunque a mí me ha costado situar esta civilización en la Historia (usan arcos y flechas, pero conocen los rifles y el tren; hay tierras contaminadas y ciudades sumergidas, lo cual hace pensar en una cultura post-hecatombe nuclear, pero a su vez la antropóloga habla con individuos de esta raza y señala sus diferencias con la filosofía imperante en la cultura actual), no puedo negar que Le Guin no ha dejado ningún detalle al azar y nos describe todos los aspectos posibles, desde las canciones que acompañan los ritos funerarios hasta el trato que recibía el ganado, pasando por las leyendas sobre la concepción del mundo, el calendario de festividades, la división de la sociedad en casas y el papel que desempeña cada una, los juegos infantiles, los instrumentos musicales, ¡todo! En ese aspecto, no deja nada al azar, ningún aspecto sin comentar, y el libro me ha parecido perfecto, completo, redondo, digno de admiración. Le Guin ha creado una civilización y en efecto lo ha hecho, la ha definido por completo.

Sin embargo, no se trata de una novela y por tanto no es una obra para leerla de corrido. Se trata de una recopilación de cuentos, canciones y mitos, salpicada de explicaciones sobre el tipo de tierra y la agricultura de subsistencia o sobre la organización social. El relato de Piedra Parlante que comentaba al principio sirve para ilustrar la existencia de otras culturas que difieren mucho de la de los kesh y es el más extenso de todos los que se pueden encontrar en este volumen, que incluye incluso las obras de teatro que representaban en determinadas ocasiones.

Como puede verse, si no he escrito todavía la reseña es porque estoy dividida entre la admiración y el aburrimiento: admiración porque realmente me parece una obra redonda, perfecta; aburrimiento porque no es en absoluto una novela, sino el retrato detallado y meticuloso de una cultura inexistente. Yo siempre he renegado del Silmarillion porque afirmo que no tiene sentido leer una Historia Universal inventada así que ¿qué sentido puede tener leer un tratado de antropología inventado? Ninguna de las dos cosas enseña nada útil y sí se hace pesado, pero no me puedo sustraer al encanto de esas ofrendas a las casas en forma de poema, de relato breve de un hecho importante de la vida del donante... Estas cosas retratan la vida de ese pueblo en su día a día, pero a su vez son demasiado cortas y por tanto se trata de una lectura fragmentaria: hasta que no se ha terminado de leer todo, no se tiene una visión completa y eso hizo que la obra se me hiciese bastante cuesta arriba. Como he dicho, no es una novela, no tiene una unidad narrativa.

En conclusión, si un libro puede ser perfecto y horrible a la vez, éste lo es. Con semejante opinión, ¿cómo me pongo a escribir una reseña en condiciones?