21.12.07

Y yo qué hago leyendo esto...

Andaba curioseando por Tokyotosho cuando encontré un título que me llamó la atención, The hour of the mice y terminé haciendo un gran hallazgo: fui a dar con la web de Kotonoha. Nunca he sentido inclinación hacia el shoujo, aunque he visto bastante anime de este género, y el shonen tiene el feo defecto de que los enemigos son cada vez más fuertes y las series se vuelven cada vez más fantásticas y exageradas, menos creíbles; de modo que en Kotonoha comencé a descubrir el mundo del seinen, series que se salen de lo habitual (por ejemplo, Historie está ambientada en la Grecia de Alejandro Magno) y a ampliar mis horizontes frikis. De hecho, allí encontré esa tremenda paranoia que es Milk Closet...

Sin embargo, creo que a pesar de haber visto ecchi y hentai y de haber leído yuri y yaoi, A revolutionist in the afternoon contiene algunas de las imágenes más crudas que he visto, quizá porque es la primera vez que me encuentro ante un manga que incluye escenas de zoofilia y violaciones en grupo... Sin embargo, también tiene un no sé qué que qué sé yo que hace de este tomo único de Jiro Matsumoto (autor de Freesia, que Ivrea está publicando en España) una lectura nada desdeñable.

El tomo está compuesto de cinco historias independientes, que son:

-A revolutionist in the afternoon: si no fuera por esta historia, no estaría ahora escribiendo sobre este tomo. Al principio, el dibujo me horripiló, porque jamás lo asociaría con un manga: nada de ojos grandes y trazos limpios, sino que hay una gran profusión de líneas que ni siquiera parecen demasiado firmes. Podría ser un cómic checo o de Dios sabrá dónde, pero no es una estética que me agrade y por tanto no me explico cómo es que seguí leyendo... Pero no me arrepiento en absoluto, ya que, a pesar de la inclusión de una escena de sexo que no hace más que confirmar el nacimiento de uno de esos inexplicables amores a primera vista, esta historia contiene una interesante reflexión sobre la naturaleza de los ideales. ¿Merece la pena luchar por ellos? ¿Qué se puede llegar a sacrificar por un ideal? Aunque no se persiga el bien de la comunidad, ¿acaso no tenemos cada uno nuestro propio objetivo? Puesto que es una historia corta, no quiero entrar en detalles para no estropearle la diversión a nadie, pero el final me gustó muchísimo.

-A revolutionist in the afternoon 2: tiene en común con la historia anterior el título (eso es obvio), la ambientación (un lugar donde el gobierno totalitario impone racionamientos y toques de queda) y la existencia de, al menos, un revolucionario. Se diferencia en todo lo demás. Si en la primera historia la protagonista era alguien que no podía comprender tanta entrega para derrocar al sistema, en esta ocasión tenemos a alguien cuyo ideal es el del partido y que se presenta como una persona poco sociable, introvertida, que vive sólo para su trabajo. En este caso, la revolución, por muchas bombas que ponga la terrorista, es interna: el protagonista descubre el amor, la sospecha y la miseria que el partido por cuya causa se esfuerza no soluciona. Todo esto se adereza con viñetas esclarecedoras que aparecen mucho después para ir completando el puzle de la crisis de identidad del protagonista.

Me temo que no entendí esta historia, que algo se me escapaba aunque me gustase eso de insertar viñetas clave al final del todo, pero aún entendí menos la siguiente...

-La bruja del desierto: revisión del mito de Circe... O no, porque también incluye otras formas de locura y olvido y, lo peor, zoofilia y todo aquello que podáis imaginar que sea escatológico. Es una historia muy desagradable y asquerosa.

-Vida de Takeyama: ¡qué historia más surrealista! Anne Rice y sus satélites nos tienen habituados a vampiros llenos de glamour que llevan al éxtasis a sus víctimas pero ¿y si la ingesta de sangre sólo fuera una característica alimentaria, una necesidad como la de los koala por comer sólo hojas de eucalipto? ¿Cómo sería un vampiro hoy día, un chico normal que bebe sangre pero además es tímido y apocado, cuando todos esperan que un vampiro sea lo que la literatura nos hace creer que es? Esta historia es inane, pero me divertí bastante viendo cómo Takeyama hacía el ridículo más espantoso y terminaba sobrepasado por las circunstancias una y otra vez.

-La huida de los soldados: esta es una historia sobre los horrores de la guerra, sobre cómo es una situación que permite llevar a cabo todas las barbaridades que cada uno ha imaginado alguna vez pero no se ha atrevido a realizar y cómo las buenas intenciones no sirven de nada. No sé si realmente es una reflexión antibelicista o si alecciona a resignarse ante la realidad, porque tras el alegato sobre la generosidad da una vuelta de tuerca bastante bruta...

En conclusión, que el autor me ha parecido bastante burro, demasiado afecto a lo escatológico y lo desagradable, pero a pesar de esto hay cierta filosofía que a veces no entiendo y a veces me la invento porque interpreto la historia a mi manera, pero que me gusta.

Seguiré probando con el Matsumoto este...

13.12.07

Zombie Loan

Ya comenté que, gracias a las virtudes de la jornada partida, salgo de mi casa a las ocho de la mañana y regreso a partir de las nueve de la noche (si me voy en autobús, a partir de las diez), así que no dispongo de tiempo que dedicarle a los vicios y, por tanto, a la hora de decidir qué serie veo, el que sea corta se ha convertido en una de las razones de más peso. Gracias a este criterio he sufrido mierdas monumentales como He is my master (de la que ya hablé), Princess Princess (sobre ésta tengo mucho que decir), Devil may cry (que tiene menos contenido que mi neurona) y Zombie Loan, de la cual me gustaría comentar algunas cosillas...

Soy demasiado perra como para demorarme en dar detalles útiles o interesantes, así que en este artículo de la Wikipedia (en inglés) podéis averiguar quién dibuja el manga en que se basa este anime, dónde se publica, los nombres de los personajes y todo lo que se pueda querer saber que no sea lo que opino yo al respecto :P

Lo que me pregunto es ¿por qué me ha encantado esta serie? Me gustaría saberlo, ya que:

1.-El dibujo es horrendo. Por alguna inexplicable asociación de ideas (quizá por la forma del óvalo de la cara), el dibujo me trae reminiscencias de Saiyuki, pero el parecido es muy remoto: estos personajes están infinitamente más canijos y sus problemas lumbares deben estar mucho más acusados, ya que la forma en que se inclinan hacia atrás y adelantan las caderas me hace plantearme cómo pueden mantenerse en pie sin caerse de culo. Sin embargo, siempre me han gustado los personajes de hombros anchos, caderas estrechas y piernas imposiblemente largas, así que a pesar de la exagerada delgadez, cierta desproporción y horrendos perfiles, terminé por acostumbrarme e incluso llegué a encontrarle el atractivo. Así que la serie me ha gustado, sí, pero el dibujo no ha sido el factor determinante...

2.-Los personajes principales son estereotipos del montón. Tenemos a la típica chica tímida y poquita cosa, casi la criada de sus amigas, que de repente descubre que sus habilidades son útiles, que puede tomar decisiones y que hay gente que se preocupa por ella; el típico chico ruidoso y macarra que pone motes a todo el mundo y sólo parece moverse por interés, pero resulta ser encantador a su manera; y al típico chico frío y distante que guarda un secreto pero termina por descubrir que tiene compañeros en los que puede confiar. Si estos tres no son de lo más habitual en todo tipo de series, no sé qué puede serlo... Sin embargo, tienen a su alrededor una serie de personajes tan variopintos que el elenco termina por ser de lo más original. Los secundarios valen su peso en oro, tanto Yuuta (que no sé si es chico o chica, porque menudos modelitos saca), que tiene el poder de curar y cuyas manos son entes independientes que conversan entre sí, hasta Koyomi, quien contiene a su interior a la poderosa médium Yomi, pasando por la directora de los dormitorios, el forense, el motero y todos los demás.

3.-¿Shinigami a estas alturas? Tenemos una serie de personajes que se dedica a matar zombies, a espadazos y tiros, lo cual tampoco es nada original... Sin embargo, en cuanto aparecen en el opening unas esposas cuyas cadenas recorren la pantalla de un lado a otro, una no puede evitar pensar que la cosa promete. Cuando se descubre que, como el propio título de la serie indica, los protagonistas han muerto y deben pagar una determinada cantidad para volver a la vida, se destapa una trama que es, cuanto menos, novedosa, porque no han de pagar sus deudas con buenas acciones, sino con dinero contante y sonante. No obstante, el fallo de dicha trama es que, llegados al capítulo once, que consta como capítulo final en la versión que yo me descargué, hallé que la serie termina en el punto en que se iba a profundizar más en el negocio de los zombies, en su organización, objetivos y leyes que lo rigen. Es obvio que me puse a buscar el manga como una loca porque ¡no me pueden dejar así!

Así que tenemos un dibujo horrible, protagonistas muy vistos y una trama que no llega a desarrollarse por completo; pero en contrapartida el dibujo no carece de exotismo, hay alguna escena lésbica y fanservice, muchos personajes originales, humor, mafias y organizaciones ilegales, sangre y vísceras y una propuesta original en el mundo de los muertos, que tanto predicamento tiene (Death note, Shinigami no ballad, Yami no matsuei y tantas y tantas que o bien aún no he visto o bien se me iba a olvidar nombrar). De modo que el balance es muy favorable, a pesar de las disertaciones sobre lo bello que es vivir. Sólo me resta confiar en que los de Mobots continúen sacando el manga...

8.12.07

Historias de teleopereitor (I): qué estrés

Antes no escribía porque no tenía ganas: ahora no lo hago porque no tengo tiempo. Tras una buena temporada en paro (cursos y prácticas aparte) vuelvo a ser un... ¿Un miembro productivo de la sociedad? ¿Eh? Bueno, supongo que podría denominarse así. El caso es que me pagan por pasarme ocho horas diarias pegada al teléfono.

Si bien ya estuve vendiendo ADSL de Telefónica (lo peor que he hecho en mi vida, ya hablaré de esto en otra ocasión), éste es el segundo año que voy a pasar la Navidad atendiendo a los distribuidores de un operador de telefonía móvil a la que denominaré Tal a lo largo de este escrito. Las cláusulas de mi contrato me exigen confidencialidad, así que no mencionaré nombres, ni diré qué cadenas dedicadas a la venta de móviles y que tienen su propio operador te espetan "¡Es que yo soy un TPH!" (juas, yo soy una persona y tú ¿eres la empresa entera?), como si el monto de sus ventas los eximieran de dirigirse a su soporte interno o cabecera en lugar de darme por saco a mí.

La cuestión es que, aunque no aún no ha empezado la vorágine navideña (el año pasado, por estas fechas, estábamos muy saturados de trabajo, pero la cosa todavía está tranquila) y por tanto el flujo de llamadas es manejable, nunca falta la exaltada que te grita que tú estás muy a gusto sentada y te puedes permitir perder cinco minutos en gestionar su consulta en tanto que ella tiene la tienda llena y no puede despilfarrar su tiempo contigo. El rígido protocolo que me obliga a contestar a todo "Sí, buana" me impide mandar a la mierda a la tipeja o explicarle que el ordenador se ha quedado colgado, así que nadie sabe la que hay que montar para consultar un simple número de teléfono...

Para empezar, todas las llamadas deben quedar reflejadas en un programa. Antes de poder escribir el motivo de la llamada tengo que tipificar, esto es, indicar que es una llamada entrante y rellenar tres campos que esquematizan el asunto por el que se ha producido la llamada, de modo que aunque el distribuidor sólo quiera saber qué hora es porque se le ha parado su reloj, he de ponerlo a la espera para introducir en el programa todo lo que se me exige. Para empeorar las cosas, el programa en cuestión tiene tendencias suicidas y se pasa el día colgándose.

Si el distribuidor no desea saber la hora, sino que quiere saber algún dato relativo a algún trámite del cliente, comienza el baile: hay que verificar la existencia del cliente en la base de datos, hay que confirmar el estado del trámite en otro programa y, en un tercer sistema, hay que comprobar que en efecto dicho trámite está en curso. Todo esto usando ratones que no funcionan, con un ruido infernal producido por cien personas hablando simultáneamente y cien teléfonos sonando y un pitido que te indica cada treinta segundos que debes recordar al distribuidor que estás ahí, que no te has olvidado de él y que sigues gestionando su consulta ("Seguimos gestionando su consulta. No se retire si es tan amable"). Y cuando terminas de informar a un distribuidor, no te ha dado tiempo a guardar el registro de la llamada cuando ya está llamando otro.... Podrá parecer una exageración por mi parte, pero como mi jornada es partida me tiro diez horas metida en la plataforma y termino mentalmente exhausta, es un cansancio psicológico que sólo se puede explicar quien tenga un trabajo que pueda parecer tan estúpido como el mío y sin embargo canse en igual medida.

No negaré que el trabajo es fácil y que en efecto me pego ocho horas diarias sentada, rajando por teléfono, ¡pero que no me digan que no sé qué es estar haciendo mil cosas a la vez! No obstante, la principal fuente de estrés no es mirar quince programas de forma simultánea o salir de mi casa a las ocho de la mañana para regresar a las nueve de la noche gracias a la jornada partida, no. Lo mejor es lidiar con la fiera corrupia cuando no se puede dar solución a un problema. Por ejemplo:

-No se concede una línea a un cliente: Tal nunca facilita los motivos por los cuales se deniega un alta nueva. De hecho, yo no tengo acceso a dichos motivos y me toca aguantar argumentos del tipo "Pero ¡si estoy llamando a Tal, Tal tiene que saber por qué le niega la línea a mi cliente, ¿o es que estoy llamando a Puleva?!". Y aquí que la Carbo contesta, con todas las letras porque intenta disimular su acento de Sevilla: "Disculpe, pero los motivos de denegación son confidenciales y no trascienden a nuestro departamento, por eso no podemos informarle al respecto", cuando en realidad está deseando contestar "Mira, gilipollas, ¿saben los del departamento de contabilidad de Puleva el horario de las limpiadoras? ¿A que no? ¡Pues solicita la línea en otro operador, mamón, y déjame tranquila, que hay llamadas en cola como para perder el tiempo contigo!". Eso es cuando no estás viendo que el cliente ya tuvo una línea en Tal y está de baja por impagos... ¡Y no le puedes decir al distribuidor que quién coño haría negocios con semejante moroso!

-No se cancela un proceso de portabilidad: ésta es otra muy buena.

Yo ni recibo ni gestiono documentación, sólo puedo mirar qué se indica al respecto en los sistemas así que ¿por qué me tengo que comer las broncas cuando no se ha cancelado una portabilidad, gestión que se realiza por fax? Tal ha agilizado los trámites de portabilidad tanto que hay que pensárselo muy bien antes de cambiar de operador, porque la cancelación del proceso debe tramitarse en un plazo muy breve; para más inri, la mitad de las veces los distribuidores envían el documento equivocado al fax que no es... ¿Qué culpa tengo yo de que el cliente cambie de opinión y ahora lo penalicen si da de baja la línea? ¡Que se lo hubiera pensado antes! ¡Yo no puedo hacer nada! Pero en lugar de contestar "Tómese por culo, haber enviado el documento correcto", tengo que decir "Le informamos que el proceso de portabilidad está confirmado para tal día, no consta que se haya tramitado la cancelación" en tanto que el distribuidor está convencido de que tengo una varita mágica que con sólo un toque deshará todo el pollo que se ha montado él solo.

-El cliente no tiene línea: como es lógico, yo puedo consultar el estado de la línea pero, teniendo como tienen un teléfono de soporte de activaciones y portabilidades, ¿por qué se cabrean cuando los remito a dichos teléfonos? Peor aún es el caso de las cadenas regionales y nacionales, que tienen un soporte interno al que recurrir cuando tienen incidencias y sin embargo nos llaman a nosotros y se cabrean cuando los remitimos a su soporte interno (que este año se llama cabecera). Si saben que tienen que dirigirse a su cabecera, ¿para qué carajo nos llaman cuando el cliente se queda sin línea?

Podría eternizar mi discurso, pero lo dejaré para futuros post. Yo he sido cliente cabreada y sé lo fácil que es matar el mensajero pero ¡si supieran que yo arreglaría gustosa cualquier problema con tal de no tener que aguantarlos, sabría que si no les soluciono las cosas es porque realmente no puedo! Pero me limito a informarles y, en cuanto cuelgo, acordarme de todos sus muertos. ¡Qué estrés!